RITUALES Textos sobre cultura juvenil |
TEXTOS SOBRE CULTURA JUVENIL Y MEDIOS
ADAPTADO DE "CULTURA JUVENIL Y MEDIOS" - RAMIRO NAVARRO KURI
Los rituales del movimiento
Tiempo y ceremonial
Espacio, cuerpo y territorio
3. EN LOS MÁRGENES DE
LA CULTURA: JUVENTUD, ESPACIO Y TIEMPO
... el rock, algo más que un género musical, el
surtidor de sensaciones desconocidas, elacompañamiento de nuevos registros
delcuerpo y de la vida onírica.
Carlos Monsiváis
TEXTO 1.- Los rituales del movimiento
Las cosmovisiones se condensan siempre en rituales, en
donde el espacio y el tiempo hacen presente en un microcosmos toda la
representación simbólica del mundo.
De esta manera un ritual es la decantación del cosmos
vivido, es confirmación de la permanencia de las cosas. De alguna forma el
ritual rompe con la incertidumbre y nos da la posibilidad de confiar en que las
futuras condiciones no serán totalmente adversas. Freud consideraba al
neurótico como un ser ritualístico, que ante la incertidumbre y el agobio
requería continuamente de realizar
ciertos actos y pronunciar ciertas palabras para que la amenaza
fantaseada o real se alejasen de él. Sin embargo, el acto neurótico se
ritualiza a causa de una experiencia tiránica del tiempo y del agostamiento del
espacio. Esto no quiere decir que los rituales sean producto exclusivo de la
condición neurótica, pero este mecanismo “neurótico” nos permite ver más
claramente que el ritual es tiempo y espacio simbolizado.
Toda cultura, como representación simbólica del mundo,
sintetiza en sus rituales y en sus instituciones la organización y la
estructura de la sociedad y la naturaleza. En consecuencia, los rituales se
constituyen como los “credos” vivientes de toda comunidad cultural.
Si hablamos de una cultura juvenil, será imprescindible
localizar sus rituales para constatar que hablamos de cultura y no de
expresiones aisladas. En este caso los rituales no son un sucedáneo o una
simple traducción de las representaciones sociales precedentes, sino que
deberán ser consistentes con el propio cosmos juvenil. Sin embargo, habrá que
advertir que no consideramos que la cultura juvenil sea un universo aparte de
la cultura en la que se sitúa. 42 Si ya
hemos dicho que una de las características fundamentales de la cultura
contemporánea es la tendencia a generar sectores sociales de identificación,
también es cierto que dichos sectores no pueden considerarse como subculturas,
contraculturas o simplemente “culturas aparte”. La cultura contemporánea es
multidireccional y se desplaza en múltiples niveles, pero no puede ser
fragmentada arbitrariamente para ser comprendida: deberá seguir siendo
considerada como un todo de significación y sentido.
Entendidas así las cosas, podemos señalar que el
cosmos juvenil se constituye y condensa en la institución de sus propios
rituales. Su representación del espacio y del tiempo reflejan un ritmo y una
cadencia consideradas hasta hace una
décadas como inadmisibles para el mundo simbolizado.
En efecto, si concebimos un mundo estático, los
rituales tenderán a perpetuar las condiciones dominantes; pero si
experimentamos un mundo cambiante, su representación encontrará otros
referentes para la representación espacio-temporales.
Entrar al mundo juvenil es como pasar de una carroza
de tracción animal a un automóvil deportivo: la velocidad se presenta como una
experiencia de vértigo y delirio. Es evidente que un cambio así nos puede hacer
concluir fácilmente que la vida juvenil sólo puede representarse como
inestabilidad y movimiento, en función de un aprendizaje que le llevará a la
vida estable y adulta.
De alguna manera, las generaciones adultas consideran
que los jóvenes corren peligro ante un mundo que se desarticula y se fragmenta
en la dispersión del delirio y del cambio incesante.
...Nuestros maestros de pasado estalinista y los
jerarcas prinacionalistas lo maldijeron, nuestros padres de origen campesino lo
abominaron y la iglesia de raíces represivas lo condenó. Al grito de pobres de
nuestros jóvenes tan lejos de Dios y tan cerca del rocanrol, la vieja izquierda
y la momiza instituida señalaron al rocanrol como la punta de lanza del
imperialismo cultural, que atentaba contra la identidad y valores de los
preclaros hijos del desarrollo estabilizador.43
Ante esta movilidad el joven traslada la
representación física del espacio a su propio cuerpo. Es el cuerpo el primer
espacio que se apropia y la primera dimensión simbolizada; el joven lo
inscribe, lo enmascara, y lo muestra como primer referente de su presencia.
...y aquí estamos haciendo gritar las bardas, los camiones
y todos aquellos espacios que indican nuestra
existencia
y estamos malos
y estamos sucios
y estamos feos 44
Su cuerpo es la primera conquista, su primer
territorio ganado. Si la territorialidad está inscrita en el cuerpo, la
apropiación de los espacios externos se dará como una extensión de su propia representación
corpórea:
A pesar que los estilos se han identificado a menudo
con “uniformes” más o menos estereotipados, conviene precisar que lo importante
aquí es la forma en que los atuendos y accesorios son apropiados y utilizados
por los propios jóvenes en la construcción de su identidad individual y
colectiva, proceso que dista mucho de ser mimético y también mecánico. 45
En consecuencia la relacionalidad juvenil se establece
en función de su propia representación corpórea. A partir de ella se comunica y
se expresa buscando el reconocimiento de su existencia y de su identidad desde ese diapasón semántico que es su
cuerpo, sus acciones comunicativas se establecen de acuerdo a las resonancias y
las vibraciones que interactúan con él, como si el joven estableciese sus
dispositivos de comunicación desde una cierta frecuencia de onda.
Todo empieza con una llamada, vía sonido o vía imagen,
que impacta sensiblemente sus cuerpos. Esto lleva a más búsquedas de imágenes y
sonidos con los que se identifique. Momento que lleva a la transformación de
sus gustos (en facha/en ruidos), esto es, a una primera ocupación de sus
cuerpos. El cuerpo es el espacio necesitado de ocupar lo propio y, al hacerlo,
el cuerpo instrumento/medio de identificación con otros chavos similares a
ellos.
La agregación en ese momento es por empatía con otros
sujetos en música y facha (simbólica).
Intercambian símbolos emblemáticos en espacios que
usan para contactarse (escuela, discotheques, hoyos, El Chopo). 46
El joven recorre los procesos comunicativos insertos
en toda experiencia vital, desde lo más elemental a lo más complejo, de las
simples acciones y movimientos a la expresión sutil de la metáfora verbal. Por
eso el joven al recuperar el cuerpo, rechazando toda concepción antropológica
que separa lo inteligible de lo corpóreo, se instala en la dimensión orgánica y
sensual de la comunicación: la voz. A partir de la vibración sonora del cuerpo,
como puente entre lo interno y lo externo, expresa la condición vital sin
perder la dimensión espacio-temporal corpórea. Este acto comunicativo inicial,
que se va convirtiendo al mismo tiempo en imagen, genera como extensión suya el
primer gran ritual de representación del espacio y del tiempo para el joven: el
rock.
El rock nació como grito africano, fusionado a la
música europea, que pasó a ser ritual
oficiado por los cantantes negros salidos de los ghettos que,
finalmente, devinieron mitos modernos. 47
TEXTO 2.- Tiempo y ceremonial
El rock condensa toda la cosmovisión juvenil, esto no
significa que el rock se defina juvenil por el hecho de ser producido o
consumido por jóvenes, pues esto pronto dejó de ser así, sino porque expresa el
modo de ser de la juventud. En este sentido, como expresión musical, el rock es
como el joven: inaprehensible desde categorías de fijeza.
La cultura rock tiene en principio un doble
significado. Por un lado, surge de una necesidad real de quien genera y produce
dicha cultura: los jóvenes que buscan una libertad corporal, que buscan una
ruptura con una moral sexual demasiado rígida que coarta el potencial del
cuerpo humano. Necesidad de la juventud por constituirse en sujetos distintos y
diferenciables con respecto a los adultos; en definitiva, la búsqueda de una
identidad propia. Por otro lado, existe también la necesidad de la industria
del disco, del espectáculo y de la moda
por canalizarse y codificar los productos de la cultura rock, cortando y
limando en lo posible el “discurso” subversivo de aquello que se encuentra y puede
producir ganancias.48
En México los diversos análisis que se han hecho sobre
el rock han intentado darle una cohesión que frecuentemente no proviene del
género musical, sino de una condición cultural. Sin embargo, todos estos
análisis están de acuerdo en señalar que el rock ha estado presente en nuestro
país de modo ininterrumpido por más de 30 años. 49
Durante este
tiempo nos hemos podido percatar que esta expresión juvenil no se identifica ni
con las clases sociales (aunque, desde luego, cada una ha producido sus propias
expresiones), ni con las actitudes de rebeldía o sometimiento, ni con condiciones exitosas de consumo; sino que,
más allá de esos clichés, el rock se
muestra a la vez como un modo de ser y como una forma de vida que se ha ido
diseminando en casi todo el espectro social, convirtiéndose en un paradigma
cultural.
Como lo expresa José Arturo Saavedra, 50 el rock engloba lenguaje, costumbres y concepciones,
genera una retroalimentación con otras expresiones artísticas; como
comunicación, brinda forma y contenido (muy propicios para su masificación a
través de los medios de comunicación) y
se vincula claramente con las transformaciones políticas, sociales, económicas
y tecnológicas de la segunda mitad de este siglo.
Como hemos señalado, más allá de las palabras el rock
es fundamentalmente voz; por eso sus letras, en ocasiones huecas o frívolas no
demeritan su carácter comunicativo y empático. En este sentido, el rock se
regionaliza y se peculiariza, propiciando el surgimiento de diversas manifestaciones
con las que los diferentes sectores sociales se identificarán. El contenido
narrativo estará en función más bien de su entorno significativo (no será lo
mismo el rock and rollclase mediero al estilo de los Teen tops, que los relatos con los cuáles los
“chavos banda” se identifican).
... la novedad del rock residió en que sus principales intérpretes eran
también jóvenes, procedían de mundos similares, tenían intereses y
preocupaciones comunes. Es interesante observar como la juventud logra identificarse
a través de la música y no de otras formas culturales. 51
Sin embargo, no en pocas ocasiones se suele echar en
cara la comercialización del rock, generada por los medios de comunicación. Las
más de las veces se suele ver tras este efecto de comercialización una
intención maligna de asimilación oficial. Pero poco a poco se ha reconocido que
estos procesos no pueden ser considerados independientemente el uno del otro.
Es muy claro que el rock es también la expresión cultural de una sociedad que ha
tecnificado la comunicación y la relacionalidad. ¿Qué sería del rock sin
micrófonos y sin guitarras eléctricas? Y más aún, ¿la diseminación del rock
hubiera alcanzado las dimensiones que alcanzó, sin el recurso de la
comunicación masiva? Sin duda son fenómenos paralelos que tendremos que
analizar más detenidamente.
El rock es contestatario, pero también puede ser
enajenante, el rock es rebelde pero también puede llevarnos a una suave y
cómoda cotidianidad, a una ilusión de bienestar.
Fundamentalmente en México el rock es un collage, en
donde las figuras se sobreponen unas sobre otras, sin dejar de mostrarse todos
simultáneamente. Y si bien es cierto que en un principio su importación se da
en la clase media, poco a poco el rock se convertirá en la expresión más
identificada de la periferia.
Nacido pequeño burgués, con el tiempo adquirió eso que
había marcado su origen: el carácter contestatario. El rock se moreneó y salió
de los ghettos de la clase media,
encontró su underground de la periferia. 52
“Pasión musical”, dice Maritza Urteaga, al referirse a
la tribalización de las expresiones juveniles que encuentran en el rock una
forma de vida. Esta identificación empática entre los miembros de la tribu
encontrará en la expresión musical un modo de andar por la vida
“rocanroleando”.
Rockanrolear implica vivir la vida con cierto dispositivo actitudinal o
emocional provocativo, desenfadado e idealista, aunque eso sí, con
responsabilidad.
53 El rock como ritual genera identidad social a partir
de la simbolización de una igualdad y pertenencia comunitarias. De alguna
manera, el rock establece nexos sociales arquetípicos y tribales. Esta
ritualización de la comunidad se vive fundamentalmente en los conciertos que
vienen
a ser sucedáneos estáticos de ceremoniales religiosos.
54 Pero no solamente se trata de una ritualización de
la celebración, sino de una transferencia estática a todos los escenarios
sociales, particularmente urbanos.
El rock no admite el detenimiento, necesariamente,
ontológicamente es devenir, movimiento, es “desplazarse a la velocidad de las
sensaciones”; 55 es un peregrinar, como la condición contemporánea.
Pero no habrá que perder de vista que también el rock,
como identificación tribal, tiene no pocas veces tintes de autoritarismo y
expresiones fascistas. Así nos recuerda Villoro 56 que el rock no solamente ha
sido una expresión juvenil, sino también una explosión de agresividad y
violencia.
En torno a los 5500 neonazis de Colonia, al Frente
Nacional de Francia y a la Liga Lombarda de Italia, circulan miles de skin heads
dispuestos a triturar huesos
extranjeros; es ahí donde el rock ha encontrado a sus más primitivos
escuchas; la adrenalina liberada por el punk en contra de toda la sociedad
adquiere un blanco más preciso: los Cabezas Rapadas sólo quieren cortarles la
lengua a los que pronuncien distinto. 57 No podemos recriminar a Villoro si
advertimos que en el destape pulsional posmoderno, freudianamente hablando, no
solamente se libera el placer, sino también la agresividad. El rock en su dispersión, ha ido transformándose heraclite anamente en sus contrarios, proclamando en un tiempo el amor
y la paz y en otro la destrucción y el aniquilamiento. Pero todas estas facetas
no pueden ser entendidas de una manera unívoca.
Más allá del panfleto comercial y la trivialización,
la música juvenil parece experimentar un momento recesivo en la creatividad.
Pero también parece reflejar un proceso de vuelta a la regionalización. Se
advierte con claridad que los jóvenes escuchan más música en español, que en
inglés;
58 que
ciertamente prefieren el rock, pero al mismo tiempo consumen la música mexicana
y afro antillana. El rock en español ha cobrado nueva fuerza, y esto no es ya
privativo de los jóvenes de las zonas populares. Con la excepción de Villoro,
todos los autores parecen estar de acuerdo con la frase juvenil “el rock llegó
para quedarse”. La historia del rock y sus vicisitudes parecen confirmar sus
dotes camaleónicas.
Habrá que dejar que sea el propio rock quien se resinifique
y se reinterprete volviendo a los orígenes de la inquietud que lo produjo.
Porque en efecto, como señala Sergio González, 59 el rock, más que un “anhelo
programático”, es una búsqueda de autonomía que convoca a la diferencia y a la
pluralidad liberadoras. Tendremos que seguir buscando otras formas de hacer
rock de la misma manera que tendremos que generar otros modos de ser joven.
TEXTO 3.- Espacio, cuerpo y
territorio
La juventud, como fenómeno social, sólo puede ser
definida en términos de cultura. Por ello mismo, todo intento de convertirla en
un genérico universal la reduce a un instrumento de arbitrariedad.
Hay cultura juvenil en la medida en que ésta se sitúa
como renovación de la cultura en la que se inserta.
En este sentido, si la juventud se mueve en los
márgenes de la cultura, es también, consecuentemente, “zona de conflicto”. Pero
obviamente, esta condición conflictiva no se expresa con la misma intensidad
confrontante en una sociedad rural que en una urbana. Por eso, la juventud como
“problema social” tiende a ubicarse de modo generalizado en las sociedades
urbanas. Esto desde luego se hace mucho más palpable en un país como México,
donde la población se concentra mayoritariamente en las ciudades.
La ciudad moderna es inherentemente un espacio de
contradicciones que sitúa al ciudadano en una dinámica que busca marcar los
límites entre lo público y lo privado, entre el reconocimiento
y la exclusión, entre la igualdad y la dominación,
entre la democracia y la autoafirmación, entre la representatividad ciudadana y
el ejercicio del poder. 60
La vida urbana se configura e inscribe a partir de las
cicatrices que son producto de sus propias contradicciones. La trama urbana se
desenvuelve por el entrecruzamiento de múltiples narraciones y destinos. Todos
los actores, embarcados en la misma nave, unen y oponen sus fuerzas en la
conquista de sus luchas e intereses.
La vida urbana en México, como la dinámica psíquica
freudiana, aparece como un gran cuadro impresionista donde el Yo (el México visible, la modernización),
el Súper yó (el orden, la cultura
oficial, las instituciones) y el Ello (el México subterráneo) se entrecruzan y disuelven
mutuamente, sin saber dónde comienza y termina cada uno.
Allí, donde las contradicciones de la modernidad y la
marginación afloran a cada tramo, los problemas sociales se convierten en
asuntos irresolubles que, de tan
cotidianos, parecen ser ya parte de un paisaje lúgubre y sombrío. 61
En este escenario tan complejo y diverso, pretender
focalizar las manifestaciones juveniles resulta una tarea “detectivesca”. La
marcada dificultad que existe para entender los movimientos juveniles son el
resultado, tal vez, de la confrontación con las nuevas producciones
socioculturales. En efecto, Maritza Urteaga nos recuerda que el estudio de
fenómenos nuevos provoca desconcierto, pues tendemos a trasladar categorías de
comprensión mientras logramos alcanzar su propia significación
Así, se tuvo que recurrir a conceptos como
«“marginalidad”, “contracultura”, “subcultura” y otras categorías que en lugar
de explicar el fenómeno, parecieron desear etiquetarlo». 62
Ante tal complejidad cultural, la utilización del
concepto “juventud” resulta verdaderamente equívoco. ¿Quiénes son los jóvenes
de la ciudad de México? ¿Los jóvenes de las clases alta y media o los jóvenes
de las zonas marginales y populares? No parece justificable incluir a unos y
excluir a otros bajo el argumento de su condición social y cultural. 63
Sin embargo,
las construcciones juveniles, como lo señala Valenzuela,64 nos permiten ver los
acentos distintivos a partir de su interacción social -familia, barrio, clase, etcétera-: mientras los
jóvenes de clase media suelen identificarse con los cánones de consumo
propuestos por los medios de comunicación y por la influencia del extranjero;
los jóvenes de las zonas populares se distinguen por un modo de vida
identificado por producciones propias (movimientos juveniles urbanos). 65
Mientras los jóvenes de clase media tienden a expander
su corporalidad a los espacios ganados, los jóvenes de las zonas urbanas
tienden a recuperar su cuerpo a partir del territorioganado. Así, parece ser
que el joven de clase alta se siente seguro en la firmeza de su pasado, el
joven de clase media se ensancha en el presente, el joven de clase baja se
proyecta en un porvenir incierto. Los primeros se identifican con la familia,
los segundos con su ocupación y el acomodo social, los terceros con su
territorio.
Así, pues, la juventud urbana parece estar
caracterizada por el fenómeno de los grupos juveniles populares que, de
los pachucos a las bandas punk de las
periferias urbanas, suelen verse como el hilo conductor de los desplazamientos
de nuestras culturas urbanas y sus contradicciones.
El movimiento de las bandas juveniles, complejo y
heterogéneo como la realidad misma, se encuentran un momento activo formando un
presente que en gran medida permanece
desconocido... Lo que se dice de ellos parecen flashazos de un fotógrafo
ingenuo que proyecta las sombras, de diferencia eterna, engordando el
muestrario del rechazo social; pachucos, rebeldes sin causa, chavos de onda, cholos,
punks... 66
Quienes se han abocado al estudio de este fenómeno, en
lo general, sitúan los orígenes de las bandas en la década de los años
cuarenta, principalmente en la Ciudad de México y en el Norte del país. 67
Esto, sin duda,
está relacionado con los cambios sociales del México pos revolucionario:
industrialización y desplazamientos migratorios a las ciudades, siendo el
destino preferencial la capital. La interacción cultural y las condiciones
socio-económicas de sus habitantes, serán un fermento propicio para la
generación de una trama cultural compleja y contrastante.
Lo popular se identifica con los estratos pobres y
marginales. Este “avasallamiento” de la ciudad hará que, como señala Fernando
Villa fuerte, 68 los marginales dejen de ser Los Olvidados
(Buñuel) para adquirir una presencia amenazadora y
confrontante. Esta “visibilidad” toma cuerpo en aquellos que “ni estudian ni
trabajan”, grupos de jóvenes que disponen del suficiente ocio como para convertirse
en una amenaza:
La juventud mexicana, la juventud popular que habita
tanto en las precarias y deterioradas vecindades céntricas como en las colonias
populares y en la Zona Metropolitana de la ciudad de México(normalmente en
condiciones de extrema pobreza), ha ido construyendo “un modo de vida” y formas
de sobrevivencia económica y social con rasgos muy distintivos. La vestimenta,
el lenguaje, el consumo de inhalantes y otras drogas, el gusto por el rock en
vivo, los intentos de organizarse en bandas y en agrupaciones más globales, son
noticias que recogen diariamente los medios de comunicación en la ciudad.
69Si bien es cierto, que estos movimientos juveniles
vividos como amenaza social son vistos en un principio como productos de
situaciones anormales (el medio, la familia, la falta de educación, etcétera),
también es cierto que los miembros de estas agrupaciones muy pronto
respondieron a una actitud desafiante y autoafirmadora. Si el joven de las
bandas no parece responder al estereotipo de una sociedad que aspira a la
modernidad y a los beneficios del desarrollo, no es porque su respuesta sea
reactiva ante tal modelo, sino porque sus
propias acciones corresponden a un proceso generativo de identidad que
contrasta con los planes del “desarrollo nacional”.
En su versión nacional, el joven que se distancia del
“niño bien” tiene que expresarse en términos de pandilla popular... Buscan la
identidad en el control del espacio inmediato, para reafirmarse en él como una
horda fraternal en continuo conflicto con otras similares. 70
Indudablemente el fenómeno de las bandas es el reflejo
de condiciones sociales desiguales y de conflictos urbanos, pero resulta
excesivo vincular estrictamente este fenómeno a un escenario de lucha de
clases, como lo señala Jesús Nava:
“Cualquier movimiento social es manifestación de la
lucha de clases, el hacer de las bandas debe ser enfocado en esta perspectiva
por los jóvenes mismos si quieren trascender la inmediatez de su contestación,
ya que cualquier práctica que no tome en cuenta esta situación, será visceral y
espontánea,
promovida en su origen por las contradicciones que les dan movimiento y
a la vez los mediatizan y conforman, lo que ya ha sucedido con luchas
anteriores como el hipismo, que en su inmediatez fue presa asimilable por el
sistema que repudiaba” 71
No parecen atribuibles a una mala conciencia el que las condiciones
sociales se muestren como conflicto (aunque estén insertas en el discurso del
poder). Tampoco se podría concluir, sin más, que toda sociedad tiende a ejercer
un autoritarismo represivo con los jóvenes por el simple hecho de serlo.
En esta tesitura, Francisco Gómez jara considera que
“la mayor preocupación del poder” consiste en recuperar lo más pronto posible
la normalidad y el orden rotos por la “locura juvenil”.
Es importante reconocer que las instancias de dominio
no admiten alteraciones o comportamientos anormales que desestabilicen la
“buena marcha” de la sociedad; sin embargo, esto no solamente se ejerce contra
los nuevos miembros, es decir, los jóvenes; en todo caso se dirige contra todos aquellos movimientos que sean
motivo de sospecha frente al discurso dominante. En este sentido, ubicar a la
juventud en un estado de rebeldía permanente, sería como pretender que la
libertad justifica cualquier acto más allá del bien que genera. La juventud es
rebelde, pero no podemos considerar que se trate simplemente de una naturaleza
impulsiva, sino de una condición socialmente contestataria. La rebeldía del
joven responde frente a un modo de vida que él necesita resignificar y
reordenar. Y en todo caso habría que recordar que estos conflictos
generacionales son inherentes a todo proceso de transmisión de la cultura.
Cada sociedad históricamente delimita el inicio y el
final de la juventud o no la toma en cuenta. Define sus características
conductuales con precisión maníaca o deja ciertas lagunas de imprevistos, sobre
lo permisible y lo prohibido. De todas maneras, la preocupación mayor del poder
estriba en recuperar lo más pronto posible ese momento de autonomía, “locura” y
explosión juvenil a través de la religión, la educación, la familia, las
ciencias conductuales-sociales, el derecho y los medios masivos, puerilizar la experiencia
y las propuestas juveniles: nulificar la auténtica experiencia juvenil e
imponerles la coraza de un comportamiento falso. 72
El análisis de Gómez jara 73 refleja él mismo un
momento en el que el propio descubrimiento de las bandas aparece como un
conflicto irresoluble entre las clases dominantes, el Poder y las clases
marginadas; pues hasta la década de los setenta el estudio de los movimientos
juveniles se reducía al seguimiento de los jóvenes de clase media. 74
Pero no deja de ser relevante su propuesta
metodológica, al enfocar el estudio de las pandillas no como productos anormales
y externos al sistema social imperante, sino como un movimiento social que
afirma su presencia y se “autoorganiza” como una identidad y una existencia “legítimas”.
No es pues la pandilla actual, el único y definitivo modelo de acción juvenil
en el tormentoso estallido urbano. Es la madeja contradictoria donde confluye
la autoorganización por fuera de las instituciones
y los hilos del control social. El germen de la
desobediencia civil frente al consumismo manipulador y el estatismo opresor. 75
Buscando nuevas vías de comprensión del fenómeno
“jóvenes”, J. M. Valenzuela se adentra en los procesos de conformación cultural
contemporánea, sus múltiples determinaciones y las contradicciones que de ellas
emanan. Encuentra que coexisten diversas
expresiones culturales que juegan un papel antagónico frente o paralelamente a
la cultura oficial o dominante. Esto evidentemente ocurre en la consideración
de una cultura popular que juega una dinámica periférica, oculta y en ocasiones
clandestino frente a la llamada “alta cultura”. Es esta diversidad cultural,
frecuentemente antagónica, la fuente principal de los conflictos que marcan a
las sociedades urbanas contemporáneas.
En este contexto surge su necesidad de organizarse en
el barrio, de adoptar un lenguaje común que los identifique, signos y símbolos
que se comparten tales como los grafitis, murales, tatuajes, el carro, el
estilo, relaciones de status y de poder tales como la valentía, el estoicismo,
el fetichismo. 76
La propuesta de Valenzuela contempla una amplio
espectro para el estudio de los movimientos juveniles urbanos (uno de los
cuales sería el de las bandas). Se trata de analizar las subjetividades de
estos actores sociales y, a partir de ellas, intenta comprender los procesos a
través de los cuales se construyen las identidades urbanas.
En México, la condición de “joven” es utilizada para
designar a los estudiantes y los adolescentes de la clase media. De hecho, como
bien dice Valenzuela, “los jóvenes cobran voz y devienen en símbolo en la
figura de los estudiantes”. En las zonas populares urbanas, es prácticamente
inaplicable en el 68. Sin embargo, ya en el marco de la crisis, los jóvenes
proletarios
y los jóvenes en general, tomarán para sí esta
identificación. Es el momento de la aparición de los chavos banda, 77 cuyo
“actor principal es el joven de las colonias populares, identificado con una
actitud de resistencia o rechazo a la normatividad existente”:
A finales de los años setenta e inicios de los
ochenta, la opinión pública cobró conciencia de la existencia de jóvenes cholos
y bandas. Se extrañaron de sus vestimentas, se asombraron de su lenguaje, se
horrorizaron de lo manchado de los chavos, se lamentaron de que el chemo “les
secara el cerebro” y no faltó quien propusiera la expedición de amparos que
permitieran matar impunemente aun cholo conflictivo, o algún policiaco que
ofreciera recompensas y galardones a quien hiciera lo mismo con un chavo banda.
78
La rápida diseminación de este fenómeno establece, sin
duda, el primer acto confrontativo que provoca la presencia de estas
agrupaciones, identificadas por sus propias condiciones de vida, marcadas por
el desempleo o el subempleo y en un ambiente carente de alternativas:
... la delimitación del barrio como espacio de poder,
el control sobre el propio cuerpo, las definiciones implícitas y explícitas
anti-sistema frente a la cultura de masas.79
En su trabajo Identidad y jóvenes urbanos, Marizta Urteaga revisa las diferentes propuestas sobre
los movimientos juveniles urbanos. En él advierte que todos ellos señalan la
conveniencia de penetrar al interior de las diversas manifestaciones culturales
juveniles urbanas y observarlas “como espacios de interpelación de identidades
sociales”. Urteaga especifica que “las identidades se construyen y expresan a
través de estilos de vida distintivos, localizados principalmente en los
tiempos y espacios de ocio”. 80
Estas
construcciones dan autonomía a los jóvenes, respecto a los discursos
institucionales o frente a la norma conductual de los adultos. Urteaga les
llama “nichos culturales” para destacar la “heterogeneidad” de las
agrupaciones, pero no me parece muy afortunada la expresión, pues es inevitable
su asociación con las condiciones de oferta y demanda con la que se entienden
muy bien los tecnócratas. Sin embargo, es interesante la forma como destaca que
las producciones de las bandas no son simplemente una respuesta de negación “al
sistema”, sino que generan todo un espacio simbólico con el que se establece su
carácter claramente cultural:
Las manifestaciones y los comportamientos culturales
gestados en el tiempo libre de los chavos -la vestimenta, la música rock, el
tatuaje, los “grafitis”, los atracos, el exceso en el uso de las drogas, el “taloneo”,
las peleas entre las bandas, el lenguaje, etcétera- dieron lugar a diversas caracterizaciones
sobre los mismos.81
Los rituales de las bandas son también expresión de su
cosmovisión, de su manera de organizar el mundo y construir su entorno. En este
sentido, la autoafirmación de los chavos banda resalta su modo de ser llevado a
la producción simbólica, expresada en una dimensión espacio-temporal, con un
lenguaje propio y con una forma de identificar su cuerpo con su territorio.
Elementos que constituyen su identidad (hacia dentro) y su diferencia (hacia
fuera). 82
Las bandas, como fenómeno urbano, son para Carles
Feixa un producto de las contradicciones sociales contemporáneas:
Los chavos banda son, pues, a la vez, producto y
productores. Producto de un espacio y de un tiempo específicos (los barrios
populares del México urbano en una década de crisis). Productores de artefactos
culturales (formas de sociabilidad, música, espacios de ocio, argot, elementos
de cultura visual, tatuajes, etcétera).83
Como “producto natural” de un medio ambiente adverso,
nihilista, las bandas invaden los espacios urbanos populares, conquistando las
calles de Neza York, y estableciendo una nueva relación entre lo “público” y lo
“privado”. 84 La bandas son “el corazón simbólico de la identidad juvenil
emergente”. Si en un principio son sinónimo de autodestrucción y violencia,
después del sismo del ’85 ellos mismos se darán a la tarea de reconstruir su
identidad.
Para ellos la banda representa un modelo de
sociabilidad entre la familia y mundo laboral, que organiza el espacio y el
tiempo de la vida cotidiana. En primer lugar, la banda organiza el espacio, al
dotar a los jóvenes de identidad local (a menudo la emergencia de bandas,
señalada siempre con pintas, precede a las identidades barriales), al
concederles una “esquina”, al relacionarlos con otras bandas y territorios, al
semantizar diversos escenarios urbanos (la pared donde se pinta un mural, el
“hoyo fonqui”, el tianguis del Chopo). En segundo lugar, la banda organiza el
tiempo al llenar la jornada diaria de actividades significativas (el encuentro
en la esquina, el “cotorreo” -diversión-, el nomadeo por el barrio, el trabajo
en la economía sumergida, el consumo de droga -sobre todo los inhalantes
químicos-); al dar sentido a la semana en función del sábado, cuando se acude
al Chopo durante el día y por la noche a la “tocada” (concierto espontáneo en
la calle o en un local); al organizar el ciclo vital mediante ritos de ingreso
(la novatada, la pelea, la “carrilla”) y de salida (el matrimonio, el trabajo
estable, la emigración al “gabacho”, la cárcel o la muerte violenta); en
definitiva: al dotar a los jóvenes de una conciencia generacional que los ubica
en la historia.85
“Las bandas son síntesis y antítesis, confluencia de
múltiples tradiciones culturales que se constituyen como una nueva forma de
identidad: generacional, étnica y territorial”. 86
En este sentido, los jóvenes de las “bandas” señalan
los márgenes en los que se mueven y manifiestan las contradicciones sociales,
son marginales porque señalan los límites y los alcances de una conciencia recuperada.
Por ello los desafíos se sitúan fundamentalmente en el plano simbólico: la
contestación puede ser un disfraz que esconde los valores de la cultura
tradicional. Pero ya sabemos que los disfraces no siempre son inofensivos: los
poderes siempre desconfían del carnaval. Y eso es lo que hacen los chavos y las
chavas banda: teatralizar en la escena pública las contradicciones del mundo
contemporáneo.
87Por su parte, Rossana Reguillo lleva a cabo un
análisis de los procesos comunicativos de las bandas juveniles, con el
propósito de establecer de qué manera interviene en la constitución de su identidad.
88Los chavos banda, afirma Reguillo, se comunican a
través de tres tipos de códigos: oral,
escrito e iconográfico. Todos en concordancia con diferentes espacios, usos y
ritmos. En el lenguaje codificado, el
joven banda marca también su territorialidad, identificando así a los propios y excluyendo a los ajenos:
Aquí puede encontrarse quizá una de las principales
aportaciones de la banda en cuanto a la autovaloración que sobre sus propias
prácticas los grupos marginados poseen, hay un intento de cambiar el estigma
por el emblema. Si tradicionalmente los sectores populares se han venido auto
descalificando, por ejemplo al decir “yo no sé hablar” (esto quiere decir
“hablar como usted habla”), la banda se niega a medirse en relación a las
propuestas del discurso social dominante. 89 El tatuaje, la escritura del
cuerpo, inscribe el mapa de su territorialidad. En este sentido, el territorio y el cuerpo son una y la misma identidad. 90 En
su artículo, Laura Hernández 91 vincula los lenguajes marginales con la función
poética del lenguaje, “entendiendo por poesía no un género literario, sino una
actitud existencial que se sitúa en el límite. (En ese sentido,) una vida
poética sería aquella que busca en la belleza conseguir su autenticidad, esto
es, su sentido, siempre al filo del vacío”.
El hablar de los chavos banda ciertamente es un
“argot”, pero éste no modifica la gramática de la lengua, sino que la enriquece
con “abundancia de metáforas y elementos poéticos”. Esta explosión metafórica
le da un carácter críptico y secreto para los no miembros de esa comunidad
hablante. Los jóvenes de las bandas son constructores marginales de una
contracultura que comienza con la especificidad de su lenguaje. Todo lo que
caracteriza a la cultura de la banda (esa violencia que agrede a través del lenguaje;
su atuendo; su énfasis en la corporalidad, su rock, las pintas, los tatuajes,
etcétera), viene a formar una nueva
“estética urbana”, que “no está hecha para consumirse sino para vivirse”. 92
En este sentido, la banda es un grupo de
"salvajes que viven en tribus, que llevan a cabo ceremonias transgresoras
de la cotidianidad, poetas que hablan la historia de una ciudad y de sus
calles." Recordando a las tragedias clásicas (o recurriendo a su
estructura dramática), Hernández identifica a los miembros de la banda con los héroes trágicos: la banda es
heroica porque es transgresión (fundamento de su ética y su estética). Situada
en “el margen de la existencia, en su propia disolución, pues los límites
siempre son artificiales, no existen en el mundo, el territorio no es sino el
lugar donde cada uno se sitúa con respecto a sí mismo, lo dota de identidad”.
Según la autora,
para el chavo banda la ciudad está compuesta por bandas (grupos organizados de
poder); frente a ellas, la banda de los chavos se distingue de las otras por estar al margen del poder,
por el sentido heroico de su cotidianidad, porque los “salvajes de estas
bandas” no creen en las verdades establecidas, "son un grupo de poetas que
asumen la tragedia de la existencia y la expresan sin ataduras con un lenguaje
desnudo." Es por ello que son estigmatizados con adjetivos de desprecio:
son delincuentes, criminales ociosos sin educación ni moral.
El “acá” de las bandas es convertir su territorio en
lenguaje: su forma de ser, actuar, celebrar y mostrarse, se expresa en la metaforización (poética)
de su existencia: "Toda la espacialidad se interioriza y el proceso sirve
para expresar una vivencia sobre el otro, el que está cerca, pues casi siempre
se usa para referirse al carnal, al hermano de la banda." 93
Finalmente, Carlos Monsiváis nos transporta, por medio
de su crónica, a lo que significó y a lo que significa, todavía, el surgimiento
de ese vasto sector de los “paraísos artificiales” de la pobreza, el
desplazamiento de la protesta juvenil clase mediera a los “nacos” de las zonas
marginales, instalándose allí como forma de vida:
Al lado de estas formas contraculturales, y con
frecuencia conociéndolas apenas, otro sector, muy vasto, se desenvuelve,
centrado en el rock, los “paraísos artificiales” de la pobreza, el habla que
reproduce o exorciza la violencia de las calles y de la búsqueda de empleo, las
tocadas como estallidos tribales. Y en la década de los ochenta, esta
contracultura genera un arquetipo(estereotipo) ubicuo, amenazante, pasto de
sociólogos y psicólogos: el chavo banda, producto evidente del crecimiento
urbano y de la destrucción del horizonte de oportunidades:
“todo surge en la periferia de La ciudad..., cabrón, y allí
fue cuando vimos lo que era esta pinche mierda del Sistema, y nos juntamos cinco o diez o veinte, para
estar en contra de lo que no estuviera a nuestro favor. ¿Te das cuenta, .....?
Todos somos de abajo, ....”. 94