jueves, 27 de septiembre de 2018

LA MASACRE COMUNISTA CONTRA EL PUEBLO UCRANIANO...

MATERIALES Y APUNTES

Holodomor, el holocausto no reconocido de la Rusia comunista

Holodomor, the Holocaust unrecognized Communist Russia

THE COMMUNIST SLAUGHTER against the Ukrainian people ...


КОМУНІСТИЧНА SLAUGHTER проти українського народу ...

МАТЕРІАЛИ І ПРИМІТКИ
Голодомор, Голокост невизнаної комуністична Росія

¿Por qué se ha silenciado sistemáticamente uno de los mayores genocidios del siglo XX?
“Es difícil imaginar cómo un niño podía seguir viviendo, después de haber visto eso, sin volverse loco. Caminaba hacia la escuela, y acá un muerto, más allá otro, un poco más allá otro.” Es el brutal recuerdo de Tatiana Tarasenko, una de las supervivientes del Holocausto ucraniano, conocido como Holodomor (“matar de hambre”), por el que varios millones de personas (algunos lo cifran en 10)  murieron de hambre entre 1932 y 1933, provocada por el régimen soviético de Stalin.
Actualmente es conocida Ucrania por su potencial agrícola, debido a sus increíblemente fértiles “tierras negras”, uno de los espacios de cultivo más importantes del mundo. No en vano se la conocía como “el granero de Europa”, por lo que la pregunta es ¿cómo se pudo llegar a esta hambruna que mató entre dos y diez millones de personas y que distintos organismos internacionales, entre ellos el Parlamento europeo, en 2008, calificó de genocidio contra la humanidad?
Resistencia popular
Corría el año 1917, el triunfo de la Revolución rusa se fue extendiendo paulatinamente por los países limítrofes y, así, recaló también en Ucrania para erigirse en una de las repúblicas -tras derrocar la monarquía- que formaron en 1922 la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Tras la muerte de Lenin en 1924 en Rusia, José Stalin, se fue haciendo con el poder del Partido Comunista y eliminó a sus opositores, implantando directrices únicas en todos los ámbitos para todos los países que formaban la URSS.
Su máximo protagonismo no llegaría hasta 1929 cuando impuso la colectivización total, lo que provocó movimientos antisoviéticos en varios lugares, entre ellos Ucrania, cuyo fuerte sentimiento nacionalista era una barrera para los intereses expansionistas de Stalin. Éste mandó al Ejército Rojo para apoyar al gobierno ucraniano y sofocar multitud de revueltas protagonizadas por buena parte del pueblo (la resistencia alcanzó los tres millones de personas). Los militares, ayudados por la policía secreta, consiguieron su objetivo: laminaron la insurrección, tras la cual fueron deportados y ejecutados miles de intelectuales, eclesiásticos, empresarios, profesionales diversos y campesinos. Estos últimos nutrieron principalmente a las fuerzas insurgentes.
La gran hambruna: “Holodomor”
En 1930, se ordena que la colectivización de la tierra se complete en dos años. Todo el que se opone es denunciado y deportado. Mediante la vía “blanda” de subida de impuestos, pagaderos en cereal, se obliga a los campesinos díscolos a agruparse en las granjas colectivas, donde los gravámenes son tres veces menores.
A partir de 1931, debido al fracaso de las políticas soviéticas y a la climatología, comenzó a faltar la comida en varias regiones de la Unión Soviética, como Ucrania. Se culpó a los campesinos de este país por la falta de pan y el estricto racionamiento de alimentos en los centros urbanos. Sin embargo, los mercados occidentales estaban abarrotados de trigo ucraniano confiscado a sus productores por el régimen soviético. Según palabras de un campesino de la época: “Los rusos iban de casa en casa llevándose toda la comida que encontraban. Comenzaban por los granos, la harina, las remolachas, papas o habas que la gente guardaba en sus casas o sótanos. Pero sin confiar en la gente, registraban todo, cavaban en el piso, hurgaban en las paredes y en los hornos, destrozándolos a menudo. Así corrían de casa en casa quitándonos todo lo que pudiera ser comestible”.
Stalin creía que esto no era suficientemente aleccionador para doblegar el espíritu nacional ucraniano y dictó en 1932 la Ley sobre “el robo y dilapidación de la propiedad social”, conocida por la “Ley de las cinco espigas”, por la que fueron condenadas a muerte más de 100.000 personas. La vorágine de violencia no paró aquí, pues entre noviembre y diciembre detienen a 27.000 personas y se ordena el incremento de las cuotas de producción, lo que concluyó en el vacío de los graneros ucranianos, mientras vendía la cosecha de trigo de 1933 por debajo del precio del mercado para agotarla.
Todo era un programa de Stalin para doblegar el orgullo resistente de los ucranianos, que tuvo como resultado la muerte por hambre de entre dos y 10 millones de seres humanos, sin distinción de edades, sexos y religión. Un genocidio con el que se regodeaba maquiavélicamente todos los días con pasquines en todo el país donde se leía: “Comer niños muertos es salvajismo" y donde el castigo por robar variaba, desde la muerte hasta realizar trabajos forzados en un Gulag durante 10 años.
Se calcula que morían diariamente de hambre 25.000 personas, mientras que la ayuda envidada por emigrantes ucranianos en distintos lugares del mundo era requisada por las autoridades soviéticas. Fue el Holodomor (“matar de hambre”), uno de los mayores genocidios del siglo XX, cuyo eco no ha sido suficientemente divulgado en la opinión pública mundial, como lo ha sido el de los judíos a manos de los nazis por parte de la industria cinematográfica estadounidense –por citar un caso-, dirigida mayormente por hebreos.
Colaboradores del olvido
A esta desmemoria sobre este atentado contra la humanidad, colaboraron socialistas ilustres como Bernard Shaw, Sidney y Beatrice Webb y el Premier Edouard Herriot de Francia, pues durante una gira por Ucrania entre 1932-33 proclamaron que los informes de la hambruna eran falsos. Shaw anunció: “No he visto una persona desnutrida en Rusia.” El corresponsal del New York Times Walter Duranty, que ganó un premio Pulitzer por su presentación de informes de Rusia, escribió que las denuncias sobre la hambruna eran “propaganda maligna”. El New York Times nunca ha repudiado la postura de Duranty.
Por otro lado, ninguno de los asesinos soviéticos que cometieron el genocidio fue juzgado. Uno de los más sanguinarios, Lazar Kaganovitch, murió pacíficamente en Moscú hace unos años, todavía conservaba la Orden de la Unión Soviética y disfrutaba de una generosa pensión del Estado.”
En 2010, un periodista ucraniano negó el genocidio, aunque no la masiva muerte de civiles, por lo que fue llevado a juicio en su país, del que fue absuelto en base a la libertad de opinión.
Postura de la comunidad internacional
El concepto de “genocidio” fue introducido en el campo internacional por una Resolución de la ONU del día 11 de diciembre de 1946, que rezaba: “De acuerdo a las normas del derecho internacional, el genocidio es un crimen, que es condenado por el mundo civilizado y por su realización los principales culpables deben estar sujetos a castigo”.
En noviembre del año 1989 la Comisión J. Sandberg, auspiciada por el Congreso de Estados Unidos, publicó su veredicto. Las causas primordiales del hambre en Ucrania fueron la excesiva recolección de granos, precedida por colectivización forzada y el deseo del Gobierno Central de combatir el “tradicional nacionalismo ucraniano”.
En 2008, el Parlamento Europeo calificó de genocidio y de crimen contra la humanidad la masacre ocurrida en Ucrania en aquellos años.
Según el científico estadounidense James Mace: “La colectivización forzada fue una tragedia para todo el campesinado soviético, pero para los ucranios fue una tragedia en particular. Tomando en cuenta la casi total destrucción de las elites urbanas, la colectivización representaba su aniquilamiento como organismo social y factor político, quedando relegados a una situación que los alemanes denominan naturfolk (‘pueblo primitivo’)”.
La Iglesia del silencio
El avance contra toda manifestación de identidad ucraniana adquirió diversas formas. Por un lado, se desató la persecución masiva y sangrienta de la Iglesia Ortodoxa del país. Esta persecución se manifestó en la aniquilación física de toda la jerarquía y prácticamente todo el clero, la destrucción de un 80% de las iglesias, en su mayoría joyas del arte medieval y barroco.
A partir de 1939 la persecución comunista se hizo mucho más sangrienta. En 1946, una parodia de sínodo devastó a la Iglesia Católica ucraniana con la supresión de obispos y sacerdotes. Desde ese año y hasta 1956, religiosos y laicos fueron forzados a abjurar de su fe. Los templos se cerraron y con ellos, escuelas y demás instituciones. Los religiosos fueron a prisión o enviados a campos de concentración en Siberia u otros lugares. Entre ellos estuvo el cardenal Josyf Slipyj quien pasó 18 años prisionero en un campo de concentración de Siberia, donde sufrió todo tipo de torturas. Al fallecer, el 7 de septiembre de 1984, el pueblo ucraniano lo reconoció como su gran héroe nacional

La persecución comunista a los judíos en los países invadidos por la URSS

MATERIALES Y APUNTES


Antisemitismo en la URSS y el fallido 2º Holocausto
Semitism in the USSR and the failed 2nd Holocaust
La persecución comunista a los judíos en los países invadidos por la URSS

Communist persecution of the Jews in the countries invaded by the USSR


Iósif Stalin, concentrado poderes en torno a sí, planeó otra Gran Purga como la de 1937, para perpetuarse en el poder mucho más tiempo. Lo curioso es que en esta ocasión no se echaría la culpa ni a los seguidores del fallecido León Trotsky, ni a los socialistas revolucionarios. Los cabezas de turno serían los judíos, una raza a la que no tenía mucha simpatía, y que al culparlos sería fácil ganarse el favor de la población, muy antisemita en aquella época. Así pues se gestó en los salones del Kremlin la conspiración judeo-sionista que iba a derribar la Unión Soviética.
Antecedentes
Desde que los bolcheviques habían llegado al poder en la Unión Soviética, no dudaron en represaliar en distintas ocasiones a los judíos.
Durante la Guerra Civil Rusa (1917-1924), los bolcheviques fueron tolerantes con los judíos en las principales ciudades. Fuera de ellas la comunidad hebrea podía temer por su seguridad, no sólo por los nacionalistas ucranianos y del Ejército Blanco que cometieron pogromos, sino también por los comunistas que acusaban a los judíos de ser fundadores del capitalismo y por tanto debían morir. El Ejército Rojo masacró a numerosos judíos en Ucrania. Una de las matanzas más famosas fue la masacre de Smela en la que 107 judíos fueron asesinados, aunque igual de cruel fue la de Baranovichi con varios cientos de muertos.
También en la Guerra Polaco-Soviética el I Ejército de Caballería Soviético del general Semión Budiony se detuvo a asesinar judíos a medida que conquistaba aldeas en Polonia. Apróximadamente en todo el conflicto de la guerra contra los polacos, más la civil, unos 20.000 hebreros perecieron a manos de los pogromos bolcheviques.
II Guerra Mundial
La Segunda Guerra Mundial supuso nuevas masacres para los judíos por parte de las autoridades soviéticas. En Lituania se efectuaron las primeras deportaciones y en Estonia un total de 500 judíos fueron enviados a los campos de concentración y gulags de Siberia. Prácticamente todas las sinagogas de los países bálticos fueron clausuradas. También en Polonia, algunos cientos hebreos fueron entregados a la Alemania de Adolf Hitler, por aquel entonces aliada de la URSS, prácticas llevadas a cabo en la frontera, en las cuales colaboraban tanto la Gestapo como la NKVD soviética. Uno de los hechos más tristes fueron las decenas de familias judías que venían huyendo de los alemanes, a las que las tropas soviéticas prohibieron acceder y dejaron morir de hambre entre las alambradas de los dos países totalitarios, siendo incluso en algunos casos tiroteadas por francotiradores rusos.
Al estallar la Guerra del Este en 1941 que enfrentó a la URSS contra el Eje en la Segunda Guerra Mundial, los judíos sufrirían un auténtico infierno, no sólo por parte de los alemanes, sino también por parte de los rusos. Cuando se evacuaba la ciudad de Lviv ante la conquista inminente de los alemanes, los rusos antes de marcharse masacraron mediante fusilamientos a varios cientos de judíos.
Fue en este contexto, a pesar del mal trato dado por los soviéticos, cuando se fundó en Moscú el Comité Antifascista Judeo-Soviético dirigido por Salomón Mijoels. El objetivo de este organismo era defender a los judíos de la URSS de los alemanes y tener prevista en su ideología la fundación del Estado de Israel.
A medida que los soviéticos fueron ganando la guerra e invadieron Europa Oriental, el trato hacia los judíos no fue realmente bueno. Cuando se produjeron las liberaciones de diversos campos de concentración alemanes, algunos presos judíos fueron asesinados por sus liberadores y numerosas mujeres hebreas violadas por los rusos. Cosas así ocurrieron en Auschwitz, donde la “liberación” para muchos presos, se convirtió simplemente en el cambio de un invasor por otro nuevo.
La persecución comunista de judíos
Decenas de etnias e inmigrantes fueron exterminadas por la URSS durante la Segunda Guerra Mundial, pero los judíos hasta ese momento se habían salvado por tener un gran peso en países aliados de Rusia como el Imperio Británico o Estados Unidos. Pero finalizado el conflicto e iniciadas las hostilidades diplomaticas al otro lado del Telón de Acero, Stalin podía llevar a cabo su plan de acabar con esta raza y alargar su mandato alegandouna conspiración judía.
Uno de los primeros hechos que mostraron el boceto de Stalin respecto a los judíos fue cuando en 1945 se hizo efectiva la prohibición de hablar del Holocausto cometido durante la Segunda Guerra Mundial, así como la negativa de la URSS a reconocer los crímenes de los alemanes contra los judíos, alegando que las verdaderas víctimas habían sido los rusos y no los hebreos. Publicaciones como Libro Negro del poeta hebreo Peretz Markish que hacían referencia al Holocausto fueron prohibidas.
Fuera de Rusia, en la Polonia ocupada por los rusos, 327 judíos fueron asesinados por los comunistas en auténticos linchamientos callejeros. Lo mismo sucedió en Eslovaquia durante el Pogromo de Topolcany en el que se apaleó a 48 hebreos.
Al llegar 1947, el Comité Antifascista Judeo-Soviético fue ilegalizado por el Partido Comunista, siendo el líder Salomón Mijoels asesinado en un atentado en Misnk, además de ser todos sus miembros juzgados, de los cuales se ejecutó a 25 y a 100 se los deportó a gulags.
Todos los intelectuales judíos en Leningrado y Moscú fueron deportados a campos de concentracón: Periodistas, escritores, músicos, pintores, poetas… Se despidió a los judíos de todos los oficios de responsabilidad y se los prohibió acceder en el futuro. La prensa y en especial el diario Pravda ridiculizó a los hebreos, a los que presentaba como inferiores a los rusos y como un peligro público en la comunidad socialista.
<> en la URSS
La detención del comisario Víctor Abakumov y de otros altos dirigentes del Partido Comunista entre 1949 y 1952, supuso la base para la teoría de la <> que necesitaba Stalin. Abakumov fue acusado de gestar un golpe de Estado para derrocar a Stalin e imponer un gobierno sionista en la URSS dirigido por judíos. Al mismo tiempo saltó el escándalo de la “Conspiración de las Batas Blancas”, en la cual unos médicos judíos fueron señalados como asesinos mediante productos medicinales de importantes personalidades comunistas. Con todos estos sucesos la excusa para represaliar a los judíos estaba servida.
En 1952 la NKVD se lanzó a la persecución de los hebreos. Todo empezó con la expulsión de los rezagados judíos en los oficios más destacados y en la detención y deportación de todos aquellos hebreos con cargos importantes en la política o en el Partido Comunista. Un ejemplo fue la industria metalúrgica de automóviles de Stalino, en la que 13 judíos fueron asesinados por la NKVD. También en los territorios ocupados como Checoslovaquia, a 11 hebreos del Partido Comunista Checoslovaco se los ahorcó, entre ellos al secretario general Rudolf Slansky. Ni siquiera se salvaron mujeres hebreas como Aleksandra Poskrebyshev que resultó fusilada y Paulina Zhemchuzhina que fue deportada a Siberia.
Falla el 2º Holocausto
Fijado para el año 1953, se planeó la persecución y deportación de todos los judíos de la Unión Soviética hacia los campos de concentración y los gulags. Casi 1 millón de personas, hombres, mujeres y niños estaban en las listas negras. Para tal macabro plan se acondicionó un gran campo de muerte en Birobidzhan, símbolo de lo que debía ser el 2º Holocausto de los judíos en Europa.
Asombrosamente y por fortuna para millares de vidas, el 5 de Marzo de 1953, Iósif Stalin pereció de muerte natural. Aquel mismo mes estaba prevista la deportación de todos los judíos de la URSS, pero la muerte del líder soviético hizo que el plan se abortara. El azar quiso que por cuestión de un corto espacio de días el 2º Holocausto no se llevara a cabo.
Gracias al fallecimiento de Stalin, los judíos nunca fueron deportados. Aquella casualidad del destino probablemente salvó a 1 millón de vidas.
Bibliografía:Stéphane Courtois, El Libro Negro del Comunismo. “Capítulo 14. La última conspiración”, Ediciones B (2010), p.-323-332

viernes, 14 de septiembre de 2018

(1) Historia de América Latina 1/13 Imaginarios latinoamericanos

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Historia de América Latina 1/13 Imaginarios latinoamericanos

domingo, 9 de septiembre de 2018

jóvenes conservadores y el renacer de la derecha en Brasil

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jovens conservadores e certo renascimento no Brasil

A onda de jovens conservadores que estão ajudando o renascimento do direito no Brasil


La ola de jóvenes conservadores que están ayudando al renacer de la derecha en Brasil

Marchas en la calles 

Sara Winter siempre ha tenido y ha dado a conocer sus opiniones.
Sara WinterComo activista, Winter se ha encadenado en público para protestar en contra de la violencia sexual.
Se autodenomina como "la feminista de más alto perfil en Brasil".
Lo cierto es que Winter llama la atención. Tiene el cabello teñido de rubio, tatuajes y un particular sentido de la moda. Pero lo que más llama la atención es la insignia que lleva pegada en el pecho. Es un dibujo de una calavera con un cuchillo y cruzada por dos pistolas.
"Es mi organización policial favorita, Bope", dice, orgullosa, refiriéndose al logo del Batallón de Operaciones Especiales de la Policía de Brasil.
"Ellos suben a las favelas y matan a los tipos malos. Ellos arriesgan su vida todo el tiempo para salvar a la gente de Río de Janeiro".
Ciertamente no es el comentario que uno espera escuchar de boca de una activista que se hizo conocida por sus posturas liberales. Pero es que la ideología política de Sara ha cambiado en los últimos años.
"Segunda oportunidad"
Sara tuvo un aborto y, seis años después, se quedó embarazada nuevamente. Entre ambos embarazos, ella retomó su fe en la Iglesia católica y sus visiones sobre el aborto -y la política- cambiaron de forma radical.
"Estoy feliz porque siento que Dios me dio una segunda oportunidad para ser mamá", señaló.
"Yo decidí volver a la Iglesia y me di cuenta que puedo ayudar más a las mujeres con políticas conservadoras que con el feminismo".
Y añadió: "Pasé cinco años como la feminista más popular de Brasil y no hice nada por las mujeres. Pasé todo ese tiempo hablando sobre el aborto, legalizar las drogas y el comunismo, y lo consideré una forma de empoderarme a mí misma".
El cambio de mentalidad de Winter es inusual, pero es una muestra de un proceso más extendido en Brasil.
Durante más de 15 años, Brasil fue gobernado por la izquierda y la corrupción solo ha empobrecido a las masas y aumentado los niveles delincuencia. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva alcanzó el poder en 2003 con la promesa de un cambio.
Pero con el político más amado en el país a punto de enfrentar una condena de 12 años de prisión por corrupción, y con su sucesora Dilma Rousseff destituida, la gente está desilusionada.
La izquierda no cumplió y hay gente que quiere un camino distinto.
"Me di cuenta que puedo ayudar más a las mujeres con propuestas conservadoras que con el feminismo"
Sara Winter, activista política
El "Trump brasileño"
El ídolo político de Winter es el candidato a la presidencia por la extrema derecha, Jair Bolsonaro. Es uno de los hombres con mayores opciones con miras a las elecciones de octubre de este año.
Muchos se refieren a Bolsonaro como el "Trump brasileño" y -aunque son dos personas muy distintas en dos países muy diferentes- las similitudes o la serie de circunstancias que les permiten a ambos existir en la política, son extrañas.
Bolsonaro se define a sí mismo como diferente al resto, un candidato limpio en medio de un mar de políticos corruptos que han sido el tema de conversación en Brasil en los últimos años.

Violencia electoral de la izquierda en Brasil...

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     El intento de asesinato de un fanático de Maduro y ex socialista a el  candidato favorito de las elecciones brasileñas Bolsonaro desestabiliza la campaña electoral en Brasil


            El ataque al ultraderechista Jair Bolsonaro puede repercurtir en unos comicios ya de por sí inestables
         "Ahora es la guerra". Había pasado poco más de una hora desde la puñalada al ultraderechista Jair Bolsonaro en un acto de campaña del Partido Social Liberal y su mayor aliado, el presidente de su formación, Gustavo Bebianno, ya estaba previendo dramáticas consecuencias políticas en el diario Folha de S.Paulo. No fue el único. Otros intentan justificar su odio y culpar al candidato por sus llamadas al odio y a la violencia contra la corrupción y la delincuencia. La agresión puede desestabilizar todavía más unos comicios ya de por sí impredecibles y caóticos.
         Los comunicados empezaron a llegar como un vendaval. En cuanto se confirmó que un hombre, Adélio Bispo de Oliveiro, de 40 años, había intentado asesinar  al candidato favorito a la presidencia, el ultraderechista Jair Bolsonaro, en un acto electoral en la ciudad Juiz de Fora, los principales políticos del país comenzaron a emitir mensajes condenando el ataque. Pero no todos lo hacían igual. Algunos aprovecharon para recordar con más o menos pudor que el propio Bolsonaro lleva años defendiendo la violencia como solución a todos los problemas. "Incentivar el odio crea ese tipo de actitud", subrayaba la expresidenta Dilma Rousseff en su mensaje, una de las mas aludidas en los ataques contra la corrupción por parte del candidato ultrista,. El presidente Michel Temer, quien últimamente ha estado atacando a los candidatos que menos le convienen, también recordó: "Que sirva de ejemplo para las personas que están haciendo campaña, que la tolerancia es una derivación de la democracia".
          Se entreveía un intento de contener el tremendo potencial desestabilizador que este ataque tiene sobre los comicios, que ya antes eran extremadamente volátiles. Pocas imágenes podían despertar más pasiones en Brasil. Bispo de Oliveiro, un exmilitante de la izquierda, defensor del comunismo y sus atrocidades y de Nicolás Maduro, las dos bestias negras de muchos candidatos y buena parte del electorado, ha perpetrado el peor acto que se haya visto en las tres décadas de proceso democrático brasileño. Ha apuñalado a un candidato como un vulgar bandido en una favela
          Y no a uno cualquiera. Precisamente, a quien más intención de voto atrae superando ya  22% y quien repele a más votantes.. Hoy se convierte en  un mártir del proceso democrático y pocos dudan de que se verá beneficiado en las encuestas luego que  salga del hospital dentro de, como mínimo, una semana.
 

            En su agrupación, el Partido Social Liberal, ya se muestran preparados para explotar la situación. "Ahora es la guerra", sostuvo el presidente de la formación, Gustavo Bebianno, en el diario Folha de S.Paulo. Tras la agresión, se sienten libres para radicalizar más a sus bases, explotar el interés por Bolsonaro en todos los medios, y aprovechar que sus rivales no podrán criticarle durante la semana que tarde en recibir el alta (uno de los candidatos, Geraldo Alckmin, tenía hasta hoy una estrategia basada en ataques al herido). "Va a salir de esta mejor de lo que ha entrado", se jactaba para el periódico el número dos de Bolsonaro y candidato a vicepresidente Antonio Hamilton Mourão. "Tal vez la gente con dudas ya no las tenga", apostilló.
            La gente con dudas tendrá que ver cómo los rivales de Bolsonaro se ahogan en sus propios problemas mientras él permanece en el hospital. Lula da Silva, no puede seguir con su candidatura por estar en la cárcel, por corrupción y enriquecimiento ilícito con recursos estatales, entre otros cargos  cumpliendo una condena de 12 años por corrupción, es quien está más asfixiado. La semana que viene tendrá que anunciar la decisión que lleva días retrasando: si recurre la sentencia de su veto y alarga su agónico via crucis por los tribunales o si se rinde y delega toda su campaña en su número dos, Fernando Haddad: una situación difícilmente favorecedora.
             Y los candidatos del establishment tampoco andan especialmente boyantes. Tienen que negociar su tremenda impopularidad y que la economía siga sin apenas mejorar tras años de recesión: la semana pasada se supo que había crecido apenas un 0,2% en el segundo trimestre de 2018.
Bolsonaro, mientras tanto, seguirá una semana en el hospital y no tiene nada que perder, solo seguir creciendo en las encuestas.. Para bien o para mal, el juego acaba de cambiar irremediablemente.




Elecciones brasileñas 2018 El renacer de BRASIL....



Jair Bolsonaro, el ultra que agita BrasilJair Bolsonaro, el ultra que agita Brasil
Exmilitar y defensor de los militares, el candidato de la derecha radical es por ahora el único político que compite con el encarcelado expresidente Lula da Silva por graves delitos de corrupción y enriquecimiento ilícito, con recursos estatales en las encuestas.
El aeropuerto de Vitória, una pequeña ciudad del sureste de Brasil con 200.000 habitantes, no suele ser un lugar de muchos sobresaltos. Por allí suelen pasar de largo celebridades internacionales o políticos en campaña para dirigirse a destinos como Río de Janeiro o São Paulo. Pero el pasado 14 de noviembre una multitud ocupó la terminal de llegadas. Cientos de personas, móvil en ristre, se amontonaban ansiosas esperando a su ídolo. “¡Mito!, ¡mito!, ¡mito!”, coreaban.
Aunque lo pareciese, no se trataba de un astro del rock. De la puerta de desembarque salía Jair Bolsonaro, un exmilitar paracaidista de 62 años metido a político que, tras dos décadas con una discreta carrera de diputado federal, ha irrumpido repentinamente como líder de la derecha más radical de Brasil. Con un discurso que defiende la venta libre de armas, el castigo de delincuentes y las ejecuciones extrajudiciales por parte de la policía, Bolsonaro ha conquistado un electorado que no ve una salida convencional a la crisis política, económica y moral que atraviesa el país

Por sus salidas de tono es comparado a menudo con Donald Trump, un espejo en el que él mismo se identifica. Pero el discurso de este diputado —el más votado con creces en Río de Janeiro en las últimas elecciones— deja incluso corto al presidente norteamericano. Su colección de frases estridentes es interminable: “los gais son producto del consumo de drogas”, “el error de la dictadura fue torturar y no matar”, “los policías que no matan no son policías” o “las mujeres deben ganar menos porque se quedan embarazadas”. Bolsonaro —de segundo nombre Messias— interpreta su propia versión, aunque un tanto suavizada, del presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, conocido por defender la ejecución de consumidores y traficantes de drogas.
Algunas de sus ofensas han ido tan lejos que han llegado a la justicia. Ha sido condenado a indemnizar a una diputada a la que le dijo que no la violaría porque no se lo merecía por fea. También ha tenido que pagar una reparación a las comunidades descendientes de esclavos negros, de las que dijo: “No sirven ni para procrear”. Él no se achanta: “No serán la prensa ni el Tribunal Supremo quienes van a decirme cuáles son mis límites”. A semejanza de Trump, el brasileño intenta desprestigiar a los grandes medios de comunicación, a los que acusa de manipular sus declaraciones para atacarlo. Los corresponsales extranjeros han comenzado a pedirle entrevistas: no es raro que los deje tirados en el último minuto.
En la última encuesta del Instituto Datafolha, el exmilitar cuenta con un 17% de intención de voto para las elecciones de octubre de 2018, cuando en marzo era apenas del 9%. Su avance le ha situado solo detrás del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva que, condenado en primera instancia a nueve años de prisión por corrupción, “Bolsonaro, como Lula, cuenta con electores convencidos, que adoptan un candidato como si fuese una religión”, mantiene el director de Datafolha, Mauro Paulino.
Popularidad
El fenómeno de Bolsonaro, alimentado por casi cinco millones de seguidores en Facebook, ha llevado a los analistas a revisar sus teorías sobre el conservadurismo de los brasileños, además de constatar la desconfianza de una buena parte país en sus políticos. Uno de los datos más llamativos es que el 60% de sus electores tienen menos de 34 años, votantes que nunca conocieron la dictadura militar de Brasil (1964-1985), defendida sin ambigüedades por el candidato.
“Es el único que no haría más de lo mismo”, afirma Gléiser de Souza, un electricista negro y desempleado de 26 años, nacido en la periferia de Río. “Si el candidato es consciente de que el gran problema económico de Brasil es la corrupción, si está dispuesto a enfrentarla, es, con seguridad, la mejor opción”, defiende el ingeniero Thiago Borges, de 36 años. Bolsonaro también obtiene mejores resultados entre los más ricos y escolarizados.
La popularidad del exmilitar —que pese a todo cuenta con un rechazo del 33%, según Datafolha— surfea varias olas que agitan la sociedad de Brasil. Su discurso de que “el mejor delincuente es el delincuente muerto” engancha a millones de brasileños atemorizados por la violencia cotidiana de un país con más de 60.000 asesinatos al año. El derechista radical también capitaliza el odio que una parte del país, sobre todo en la clase media, ha cultivado contra Lula. Y se mueve como nadie en medio de la histeria moralista que se ha apoderado de un sector de los brasileños. Los casos de intolerancia se han multiplicado en los últimos meses, con el hostigamiento a artistas, feministas o miembros del movimiento LGTB, acciones aplaudidas con entusiasmo por Bolsonaro y sus seguidores. “La marca emocional que Bolsonaro alimentó de combatir la violencia con violencia y su discurso moralizador han sido comprados con mucha convicción”, afirma el director de Datafolha. Las encuestas, sin embargo, revelan que una mayoría de los brasileños defienden posiciones progresistas sobre derechos humanos, matrimonio gay o aborto.



sábado, 8 de septiembre de 2018