martes, 6 de noviembre de 2012

DESOLONIZACION EN EL SIGLO XX


SIGLO XX
GUIA DE CONTENIDOS EDAD CONTEMPORANEA N° 15
PROFESOR . MIGUEL VARGAS G.
TEMA:DESOLONIZACION EL DESPERTAR DE LOS PUEBLOS

INTRODUCCIÓN
La historia de Chile y de los demás países de América Latina se asemeja en gran medida a la de los pueblos de Asia y de África. Este denominado "Tercer Mundo” experimentó cambios fundamentales en el transcurso del siglo XX. En efecto, mientras las grandes potencias se disputaban la hegemonía mundial, se produjo el despertar de los pueblos colonizados de Asia y África. Las catástrofes de la primera mitad del siglo, y luego la Guerra Fría revelaron a la gran mayoría de los países subdesarrollados las profundas fisuras que existían en Occidente. Estas debilidades de las que fueron otrora todopoderosas metrópolis europeas fueron aprovechadas en muchas partes para iniciar exitosos procesos de liberación nacional y sacudirse el yugo colonialista.
El mundo ya no sería el mismo tras el heroico y agotador proceso de descolonización. En adelante, los países tercermundistas comenzaron a determinar por sí mismos sus propios destinos, debiendo enfrentar múltiples obstáculos y desafíos. Nuevos protagonismos irrumpieron así en escena.

1. EL PROCESO DE DESCOLONIZACIÓN
Una de las transformaciones más originales y vitales de la historia mundial del siglo XX fue el proceso de descolonización, pues significó literalmente la independencia de más de la mitad de la población mundial y un profundo cuestionamiento a las prácticas colonialistas del siglo XIX. Después de la Segunda Guerra, en medio de las tensiones de la Guerra Fría, los numerosos pueblos de Asia y África, al igual que los de América casi un siglo y medio antes, se independizaron de las antiguas metrópolis europeas, utilizando una variedad de formas que incluyeron la lucha violenta y novedosos modos de resistencia y movilización no violenta. En este proceso, los pueblos redescubrieron sus identidades culturales y revitalizaron sus tradiciones. Su irrupción en el mundo modificó las relaciones internacionales que ya no pudieron ser monopolizadas por Occidente.

1.1 Los imperios coloniales

 Históricamente, muchos pueblos se han expandido y han impuesto su dominio a otros: romanos, mongoles, incas, aztecas, españoles, portugueses e ingleses dieron muestras al respecto durante siglos, colonizando vastas regiones e inculcando la obediencia a los pueblos sometidos. En el reverso de la moneda, otros tantos han luchado por liberarse de la opresión, como cartagineses, tlaxcaltecas, mapuches o los americanos que protagonizaron la independencia de España.

  El imperialismo como expansión económica y política
El mayor atractivo para un Estado o un pueblo que se está expandiendo son las ventajas económicas que la dominación implica. Tener acceso a productos valiosos (metales preciosos, perlas, etc.), esclavos, alimentos y nuevos aromas (especias) constituye el anzuelo de la expansión. Pero, por lo general, el imperialismo supone también un control político oficial, que se expresa en la anexión del territorio y el gobierno de los asuntos internos del país o pueblo incorporado. Los vencidos pierden incluso su soberanía. Igualmente, tienden a producirse otros fenómenos, como las migraciones y la síntesis cultural. Ejemplo de ello es la España que surgió tras la expulsión de los árabes y nuestra propia América Latina.

A partir de 1880,el imperialismo alcanzó ribetes inéditos, cuando las principales potencias europeas literalmente se repartieron el mundo. El móvil más poderoso fue la mera explotación económica del resto del planeta, con la justificación de la superioridad racial de Occidente. En este escenario, los pueblos colonizados solo fueron espectadores del saqueo de sus riquezas y del abuso de la mano de obra barata. Lo señaló explícitamente un célebre historiador francés, Ernest Renan, en 1871: La naturaleza ha hecho una raza de obreros, que es la raza china...; una raza de trabajadores de la tierra, que es la negra...; una raza de amos y soldados, que es la raza europea.

—                      La resistencia al dominio
Los vastos imperios coloniales erigidos por los europeos se loca1izaban sobre todo en África y Asia. Pero esto no ocurrió sin resistencias. Los británicos, por ejemplo, vivieron en guerra permanente, enfrentando violentas revueltas en Egipto (1882), Sudáfrica (1880-81;1898-1902  y 1906), Rhodesia (1896) y Costa de Oro, hoy Ghana (1878-79 y 1896-1900). En Sudán fueron expulsados en 1885, y solo lograron recobrar esta posesión tras una ardua lucha entre 1896 y1898.
Los franceses enfrentaron rebeliones en Argelia y Túnez (1881) y nunca lograron dominar del todo las regiones ubicadas al sur del desierto del Sahara; en tanto que en Indochina hubo fuertes choques con bandas armadas que se prolongaron hasta 1914.
La mayoría de los movimientos anti-occidentales se nutrieron de antiguas tradiciones tribales y religiosas. Pero también hubo casos donde, poco a poco, fue brotando un sentimiento nacionalista que otorgó sentido y legitimidad a la resistencia de muchos pueblos asiáticos y africanos. Así, en lugares como la India, Egipto, Túnez, Marruecos o Indochina, el nacionalismo seria el antecedente directo de los movimientos de liberación y el motor de la lucha anticolonial.

1.2 Antecedentes de la descolonización
Hacia finales de la Primera Guerra Mundial, los imperios coloniales comenzaron a trastabillar y debieron enfrentar cada vez mayores remezones. Los mayores perjudicados en los años de la posguerra fueron los alemanes, que perdieron todas sus colonias a manos de los vencedores, y el Imperio Turco-otomano, cuya disolución permitió el surgimiento de buena parte de los Estados del Medio Oriente.

            La guerra debilita a los imperios
Los cimientos de los imperios coloniales se vieron sacudidos por una primera oleada descolonizadora después de la II Guerra Mundial.
La guerra terminó por sepultar la imagen de superioridad e invencibilidad que ostentaban las potencias imperialistas.
Sus colonias fueron testigos de las humillaciones que habían sufrido algunas de estas potencias, como Inglaterra, Francia y Holanda, que no pudieron hacer nada para contener el avance de las tropas japonesas en el sudeste asiático.
Al mismo tiempo, escaseaban los recursos para poder mantener las colonias, de manera que su vínculo con ellas se resintió notoriamente.

                                                        Se fortalece la idea emancipadora
Por otra parte, el nacionalismo recibió nuevos impulsos, en la medida en que quedaban al descubierto las consecuencias negativas de la dominación extranjera: el agotamiento de las materias primas, el empeoramiento de las condiciones de vida de la población autóctona y los propios abusos cometidos por colonos y militares."Descubrí que no tenía derechos como hombre, porque era indio” expresó alguna vez Mohandas o Mahatma Gandhi (1869-1948), el gran mentor de la independencia de la India.
Las elites de muchos de los pueblos colonizados jugaron un papel decisivo a la hora de promover una conciencia emancipadora en sus territorios de origen. Los miembros de estas elites locales, que habían estudiado en Europa o Estados Unidos, se fueron dando cuenta de la opresión de que eran objeto sus compatriotas y buscarían los mecanismos para llevar a cabo la acción liberadora. Formaron partidos políticos organizados a imagen y semejanza de los que existían en las metrópolis, para conducir a sus pueblos por la senda de la independencia y el respeto a su modo de vida.
Entre los precursores de este modelo estuvo el Partido del Congreso, fundado en 1886 en la India. Durante el período de entreguerras y bajo el liderazgo de Gandhi, se comenzó a desarrollar una gran campaña de agitación contra el dominio británico. Entre sus principios políticos y espirituales figuró la no violencia o ahimsa (en sánscrito,'sin daño') y la resistencia pasiva o Satyagraha frente a la represión inglesa. Pronto Gandhi se convirtió en el máximo exponente de la lucha por el autogobierno de la India, con un pensamiento que iluminó la reivindicación de los derechos humanos con una sabiduría que provenía del Oriente.

                   —  Las Naciones Unidas y el principio de autodeterminación de los pueblos
El papel de la Organización de las Naciones Unidas, tras la Segunda Guerra Mundial, fue otro elemento que favoreció el éxito del proceso de descolonización. Entre los tres grandes ideales formulados en su declaración de principios de 1945, figuraba la autodeterminación de los pueblos. Si bien no se hicieron referencias explícitas sobre este tema en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la ONU no puso trabas a los países que se iban independizando para integrarse a este organismo internacional.
En 1960, adoptó una resolución que enunciaba en forma categórica el derecho a la autodeterminación, cuestión que sería ratificada en los
Pactos Internacionales de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y de Derechos Civiles y Políticos de 1966. Allí, la autodeterminación fue elevada al rango de condición fundamental de los derechos humanos.

—                    Las nuevas superpotencias: otras formas de dominio
Un último factor que coadyuvó a la primera oleada descolonizadora fue la actitud de las nuevas superpotencias. En plena Primera Guerra Mundial, el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, había planteado el principio de la autodeterminación nacional como uno de los pilares básicos en que debía basarse la convivencia internacional una vez que acabara el conflicto. Más adelante, Franklin D. Roosevelt dio una importante muestra de la actitud estadounidense, cuando en 1946 concedió la independencia a su colonia de Filipinas. En la URSS, en tanto, Lenin sostuvo la necesidad de dar a los pueblos coloniales el derecho a independizarse y constituirse en Estados. Más adelante, Stalin recalcó siempre en su propaganda el derecho delas colonias a su autodeterminación y, de hecho, la liberación de las colonias fue un ingrediente decisivo de su política exterior. A ambas potencias les interesaba más tejer una red de apoyo político y militar, que intervenir mediante los viejos procedimientos coloniales en otros países.

1.3 Los procesos de descolonización en Asia y África
El proceso de descolonización que dio origen a más de 80 nuevos Estados, se 1levó a cabo en los 20 años que siguieron al término de la Segunda Guerra, en medio de las nuevas tensiones que trajo la Guerra Fría y a través de etapas que implicaron la emancipación de Oriente Medio y el sudeste asiático, en primer lugar, y luego, de África.
La variedad de formas que adquirió en cada caso, dependió de las características culturales de los pueblos, del grado de resistencia que opusieron al proceso las metrópolis, de la importancia estratégica que tenía cada territorio para las nuevas potencias (Estados Unidos y la URSS) y de la mayor o menor presencia de población de origen europeo en las antiguas colonias.

                                                Asia inicia el proceso de emancipación
En 1945, un solo Estado del sudeste asiático era independiente, Siam, convertido en Tailandia en junio de 1939. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial la emancipación de la región seria prácticamente total. Las victorias bélicas japonesas habían demostrado la fragilidad de los imperios coloniales en esta zona y, una vez derrotado ese país, los nacionalismos despertaron con mucha fuerza, concitando el apoyo masivo de la población. Muchos pueblos asiáticos se pusieron en movimiento para tomar las riendas de sus asuntos.
Entre 1945 y 1955, la India, Pakistán, Birmania, Camboya, Laos, Vietnam, Siria, Indonesia, Malasia y Taiwán, entre otros, consiguieron su autonomía. No hubo una modalidad única de descolonización; la resistencia pacifica, patentada por los hindúes, se combinó con la violencia que fue particularmente cruenta en Indochina, en especial en el caso de Vietnam. Uno de los problemas que retrasó, y a veces empantanó el desarrollo posterior de estos países fueron las divisiones internas. Este fue un fenómeno muy parecido al que se había dado en América Latina tras la emancipación de España.

                                                 India y la desobediencia civil
En la India, la independencia se venía fraguando hacía ya un buen tiempo. En 1937, el Partido del Congreso, que representaba a la mayoritaria población hindú, dominaba las asambleas locales permitidas por la corona británica. La resistencia pasiva introducida por Gandhi hizo que muchas personas perdieran el miedo y participaran en huelgas de hambre, "sentadas" en la calle, boicotearan a los productos ingleses o no pagaran los impuestos (desobediencia civil). La intensidad del movimiento independentista de la India no pudo ser contenida por los ingleses, presionados además en el frente interno por sectores que consideraban la mantención de las colonias como una carga económica y militar muy pesada.
La retirada de los ingleses se llevó a cabo en medio de violentos enfrentamientos entre los hindúes, liderados por Gandhi y Jawaharlal Nehru (1889-1964), y los musulmanes, agrupados en una Liga dirigida por Muhammad Alí Jinnah (1876-1948).
Los musulmanes no se quisieron convertir en una minoría política y religiosa dentro de la India y reivindicaron la formación de un país independiente.
Las negociaciones culminaron con la partición del territorio en dos unidades políticas separadas: la India y Pakistán. En agosto de 1947, se decretó finalmente la independencia de ambos territorios con Nehru y Jinnah respectivamente como primeros mandatarios.

—                     Vietnam y la resistencia armada
El otro caso emblemático de descolonización en Asia fue el de Vietnam. Aquí también resultó decisivo el legado de la Segunda Guerra Mundial, pues los japoneses habían liquidado la presencia francesa en la región y en marzo de 1945 -con la derrota de los nipones- se había proclamado la República Democrática de Vietnam. En estos hechos sobresalió el liderazgo de Ho Chi Minh, (1890-1969), fundador del Partido Comunista Indochino y luego conductor de las fuerzas del Vietminh, que rechazaron una nueva arremetida francesa a partir de 1946. La guerra se prolongó hasta 1954, cuando Vietnam fue dividido en dos: el Norte, con un sistema comunista presidido por Ho Chi Minh, y el Sur, que era sostenido por los franceses, aunque su influencia fue paulatinamente sustituida por la estadounidense.

                                                África despierta
África reveló también un protagonismo histórico en el siglo XX. Entre 1951 y1977, se constituyeron cuarenta y tres Estados nacionales en este continente. El proceso de emancipación de la situación colonial se hizo progresivamente, territorio por territorio.
La modalidad más común –especialmente en las posesiones británicas-fue una etapa de autonomía que antecedió a la definitiva independencia, obtenida en no pocos casos por  vía dela negociación con las debilitadas metrópolis europeas.
Los mayores problemas, incluido el derramamiento de sangre, se registraron en las colonias que contaban con importantes minorías blancas, como Kenia y el sudeste africano.
Las décadas del '50 y del '60 fueron las más agitadas por la descolonización. En el norte de África, la oposición al gobierno francés se manifestó por medio de actos de sabotaje, emboscadas y motines a partir de 1947.
En Argelia se conformó un Frente de Liberación Nacional, muy celoso de sus tradiciones, el cual desde 1954 lanzó una ofensiva para lograr la independencia de su país, mediante ataques coordinados a edificios públicos, militares, puestos de policía e instalación de comunicaciones. También recurrió deliberadamente al terrorismo. Las hostilidades, en las que intervinieron 400.000 militares franceses, culminaron en 1962 con nuevos reveses para ese país europeo y con su retirada.

                     —  La reivindicación cultural y la organización de los nuevos Estados
Los sucesos de Argelia, la derrota francesa en Indochina y el triunfo de la política nacionalista del presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser (1918-1970), quien en 1956 logró el control del estratégico Canal de Suez -a pesar de las presiones de potencias como Francia y Gran Bretaña-, infundieron grandes esperanzas a los pueblos de las colonias africanas. El sentimiento nacional se propagó por todo el continente, nutriéndose del panafricanismo (unión de los países de África) que era promovido desde comienzos del siglo XX por los líderes continentales.
La descolonización africana puso también sobre el tapete la reivindicación cultural de sus pueblos. Esta quedó expresada en el concepto de "Negritud" propuesto por el intelectual y poeta senegalés Léopold Sédar Senghor (1906-2001), quien buscaba recuperar la identidad perdida a raíz del influjo de las costumbres implantadas por las metrópolis coloniales. Había que partir cambiando el nombre a los países que se iban liberando, como en el caso de la antigua Costa de Oro, rebautizada como Ghana. Esta fue la primera colonia británica en lograr su independencia (en 1957) y contó entre sus organizadores al popular Kwame Nkrumah (1909-1972).
            La primera Conferencia de Estados Africanos Independientes tuvo lugar precisamente en Ghana, en 1958. surgieron, asimismo, organismos que abogaban por la unidad y la solidaridad entre los pueblos africanos, como la Organización para la Unidad Africana (OUA), fundada en 1963.
A finales de la década de los setenta, casi todo el continente africano se había independizado. En total, junto a las ex-colonias de Asia y Oceanía, más de ochenta naciones anteriormente sojuzgadas se integraron a las Naciones Unidas en calidad de Estados soberanos. Esta enorme transformación histórica tendría sus repercusiones en la política mundial, marcada entonces por la Guerra Fría.

2. LOS CAMINOS DEL TERCER MUNDO

Los pueblos de los países descolonizados irrumpieron con todo en el escenario mundial.
Primero, porque mostraron al mundo la magnitud de los problemas sociales, económicos y políticos que afectaban a más de la mitad de la población del planeta y que habían permanecido ocultos bajo el régimen de dominación colonial. Segundo, porque como naciones autónomas comenzaron a hacer sentir su voz en el concierto mundial y a constituir organizaciones que potenciaran sus demandas. Y tercero, porque el control de ciertas materias primas clave permitió a algunos de ellos ejercer cierto poder y presionara las potencias industrializadas.

2.1 Encarar el subdesarrollo

El tránsito de colonias a Estados independientes planteó a los nuevos países el desafío de transformar su economía, crear una institucionalidad y superar los enormes problemas sociales no solucionados y muchas veces provocados por el dominio colonial. El subdesarrollo era el panorama común y muchos de los nuevos países quedaron anclados en un estado precario.

Problemas económicos
Problemas sociales
Problemas políticos
Predominio del sector
primario no modernizado
Alto crecimiento demográfico
Ausencia de un Estado Nacional
Escaso desarrollo industrial
Hambre
Imprecisión de los límites
entre los países
Baja renta per cápita
Elevados índices de mortalidad y desnutrición infantil
Conflictos internos
(interétnicos o religiosos)
Deficiente infraestructura
administrativa y vial
Baja esperanza de vida (32 años)
Tendencia al autoritarismo e
intervención militar en la política
Falta de mano de obra calificada
Reducida cobertura de
la salud y la educación


                  —  La difícil inserción de las nuevas economías
Los nacientes Estados tuvieron que reorganizar sus economías coloniales, abasteciéndolas de los productos manufacturados a los que se habían hecho dependientes, readecuando la infraestructura productiva orientada a la extracción de materias primas y contando con personal calificado para organizar este proceso. En la mayoría de los países de África y de Asia, se mantuvo la estructura económica colonial y las elites locales que tomaron el poder, cedieron el control de la explotación de las materias primas a consorcios internacionales. Los países que mantuvieron el control sobre sus materias primas tampoco se vieron beneficiados, pues su precio tendió a la baja, mientras el de los productos manufacturados aumentó, provocando un deterioro en el intercambio que no logró ser compensado por los constantes aumentos de producción.


Por otra parte, para desarrollar otras áreas económicas, las ex-colonias requerían del apoyo financiero que ofrecían las superpotencias. Para obtenerlo, se hacía necesario definir una posición en la Guerra Fría. La Unión Soviética y Estados Unidos se opusieron en su momento a la mantención de los imperios coloniales, pero no dejaron de proyectar su influencia a través del condicionamiento de su ayuda financiera a la ubicación geoestratégica y a la actitud más o menos favorable del país que la solicitaba. Una vez que se recuperó la economía europea, los países de la región también otorgaron créditos, imponiendo una gran cantidad de condiciones a los solicitantes, las que aumentaban la distancia con las empobrecidas economías de los nuevos países.

—                   La frustrada búsqueda de un nuevo orden económico
Este panorama que afectó y aún afecta a la mayoría de los países africanos, asiáticos y latinoamericanos fortaleció la toma de conciencia de identidad del Tercer Mundo y se tradujo en la búsqueda de una posición común para abordar los dilemas que planteaba la vida económica independiente. Desde la década de los '60, comenzó a debatirse la necesidad de un nuevo orden económico internacional que evitara el aumento de la brecha entre los países pobres y los países ricos, y a generar agrupaciones de países y conferencias internacionales en torno al tema. A pesar de que estas iniciativas se concretaron, no lograron los efectos esperados, pues a partir de la crisis del petróleo, las desfavorables condiciones de intercambio comercial entre los países pobres y los países ricos se agravaron y estos últimos se vieron obligados a contraer préstamos para comprar los bienes manufacturados que requerían sus economías.

Posteriormente, la crisis económica de los '80 aumentó aún más esta deuda. Los altos intereses de estos préstamos y el mal uso que se les

dio en muchos países al destinarlos a un gasto militar excesivo o al ser malversados por gobernantes corruptos, más las sucesivas crisis de los '90 han llevado a la gran mayoría de los países del Tercer Mundo a una situación crítica a fines del siglo XX.

                                                      Nuevas realidades, nuevos caminos

En el transcurso del medio siglo transcurrido desde el inicio de la descolonización y la irrupción del llamado Tercer Mundo, han surgido notables diferencias en este grupo de países. Algunos, como China y la India, han logrado un relativo crecimiento económico, al igual que otros, como Chile o México en Latinoamérica. También están los países petrolíferos favorecidos por el control de una materia prima estratégica. El caso más notable es el de los llamados tigres asiáticos o países de reciente industrialización (Corea del Sur, Singapur, Taiwán, y en una posición más retrasada, Malasia, Indonesia, Tailandia e incluso Filipinas) que en las últimas décadas han registrado un acelerado crecimiento. Estos países han recibido la irradiación de la poderosa economía japonesa y el apoyo de capitales extranjeros, combinado con una fuerte intervención estatal y una gran inversión en educación.
En el polo opuesto, se encuentra la mayoría que ha visto estancarse o decrecer su economía. El caso más 
extremo lo constituyen una cuarentena de países, ubicados casi todos en la zona subsahariana, los cuales no han logrado superar el umbral mínimo de pobreza (un dólar diario por persona) y además han registrado tasas negativas de crecimiento por más de 20 años, en el período 1965-1989.
En la actualidad, las iniciativas de los países del Tercer Mundo, destinadas a la búsqueda de un nuevo orden económico internacional, se han visto debilitadas por el proceso de globalización económica y por la formación de zonas económicas y mercados comunes, pues varios países del Tercer Mundo han optado por la búsqueda de acuerdos comerciales regionales o la implantación de modelos de desarrollo basados en la transnacionalización de sus economías que anteponen a la búsqueda de un acuerdo general de comercio entre los países pobres y los países ricos. En todo este proceso, los países más pobres son los que se han visto más perjudicados, quedando al margen de las nuevas tendencias.

                   Paz social y democracia: los conflictos que conmueven al mundo
La conformación de Estados que siguió al dominio colonial tras el proceso de descolonización, planteó dos grandes desafíos: integrar a la población en torno a un proyecto nacional y crear una institucionalidad que asegurara su participación democrática. Estas tareas se enfrentaron a las dificultades habituales de los procesos de emancipación relacionadas con la falta de experiencia en el gobierno democrático y con el hecho de que las fronteras de las antiguas colonias se habían trazado arbitrariamente por parte de los funcionarios de las metrópolis, sin respetar las divisiones étnicas preexistentes. Esta doble situación condujo en muchos países al establecimiento de gobiernos autoritarios apoyados por militares y a las rivalidades entre grupos étnicos o religiosos, con violentos enfrentamientos. Así por ejemplo, los pueblos de los hutus y de los tutsis, que ocupan territorios en Burundi y Ruanda, se vieron envueltos en sangrientos conflictos entre las décadas de los '70 y los '90. Irak practicó el genocidio sobre el pueblo kurdo desde 1986. Indios y pakistaníes, en tanto, están enfrascados en una larga confrontación por la región de Cachemira, ubicada en el límite de ambos países.

En la actualidad, 17 de los 20 conflictos armados existentes en el mundo se concentran en África y Asia, teniendo su origen en los problemas internos y externos heredados del colonialismo. No obstante esta situación, son muchos más los países que han logrado una institucionalidad estable y la superación de sus problemas fronterizos.


—                       La demanda social

La irrupción de los pueblos de Asia y África a la vida independiente coincidió con la difusión de la televisión a nivel mundial. Desde entonces, los dramáticos problemas sociales que afectaban a la población de estos continentes fueron conocidos en el mundo entero. La innegable realidad que mostraban las imágenes motivó el surgimiento de movimientos sociales en pro de una mayor justicia social y de acciones de ayuda humanitaria. Esta clara conciencia social dio origen a una serie de organizaciones no gubernamentales y fortaleció la critica al sistema capitalista con el surgimiento de movimientos revolucionarios que, en el contexto de la Guerra Fría, agudizaron las tensiones entre las potencias y motivaron, por parte de Estados Unidos, tanto el desarrollo de programas de ayuda al Tercer Mundo, destinados a disminuir la tensión social, como al aumento de las medidas represivas y de control, a fin de evitar la propagación de gobiernos revolucionarios de inspiración marxista.
A pesar de los esfuerzos de los propios países por superar sus condiciones de pobreza, durante las décadas de los '60 y los '70, y el de los organismos internacionales que fueron en su ayuda, la mantención de un desigual intercambio comercial entre las economías industrializadas y los países del Tercer Mundo así como las sucesivas crisis económicas de las décadas de los '80 y de los '90, se profundizó la brecha entre ambos grupos.

                  —  El hambre
La expresión más dramática de la pobreza es el hambre que aún sigue rondando en regiones importantes de estos países.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), informó en 1999 que durante la década del '90 había disminuido en 40 millones el número de personas que padecían el hambre en los países en vías de desarrollo. Sin embargo, el número de los hambrientos sigue siendo inaceptable: son 790 millones de seres humanos, cifra que equivale a la suma de las poblaciones de Norteamérica y Europa. Dos tercios de quienes sufren el hambre se encuentran en Asia-Pacífico y otros tantos en África, donde las hambrunas han sido más severas en zonas afectadas por guerras recientes o la agitación civil, como Chad, el sur de Sudán, Etiopía, Mozambique y Somalia.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 1999 había unos 250 millones de niños de 5 a 14 años que debían trabajar para subsistir y ayudar al sustento familiar. De estos, un 61% lo hace en Asia y un 32% en África. Un porcentaje nada despreciable de estos niños (entre 15% y 20%) ni siquiera recibe una paga y debe conformarse con algo de comida. 120 millones de niños trabajan en jornada completa, por lo que no pueden acudir a la escuela y menos, jugar.
Como podrás apreciar, los desafíos para salir del subdesarrollo son muchos. Es de esperar que aquellos países más ricos, y que por lo demás usufructuaron por largo tiempo de sus colonias, tiendan una mano a los pueblos de Asia y África. Mientras eso sucede, los líderes del Tercer Mundo han promovido diferentes iniciativas para resolver sus problemas.

2.2 La voz del Tercer Mundo

La descolonización y la creación de organizaciones internacionales después de la Segunda Guerra significó que cientos de pueblos pudieran expresarse en el concierto mundial, en foros y reuniones internacionales. El intercambio de opiniones y experiencias entre los representantes de los Estados contribuyó a la unificación de criterios y posiciones de los países del Tercer mundo respecto de los problemas que los aquejaban y frente a las potencias industrializadas. Dos aspectos fueron centrales en este proceso: la posición frente a la Guerra Fría y el problema del subdesarrollo.

                                                   El Tercer Mundo y la Guerra Fría
Un primer paso para aunar criterios entre los nuevos Estados descolonizados se dio por iniciativa de cinco jefes de gobierno asiáticos -los de Birmania, Ceilán, India, Indonesia y Pakistán-, quienes en 1955 convocaron a otros 25 países de Asia y África a una conferencia que se celebró en la antigua capital de Indonesia, Bandung. Los gobiernos afroasiáticos reunidos, que incluyeron también a Japón y China, hablaron por más de mil millones de seres humanos, que constituían más de la mitad de la población mundial.
Uno de los propósitos de esta reunión era también la definición de una postura en relación a la Guerra Fría. Por ello, se citó solo a países que no estaban aliados de uno u otro bloque.
América Latina no participó de este notable encuentro, por haber suscrito una alianza estratégica con los Estados Unidos -el Tratado Interamericano de Defensa Recíproca (TIAR)- en 1947. Entre los asistentes en Bandung se percibieron tres tendencias: una proclive al mundo occidental, apoyada por países como Japón, Filipinas, Tailandia, Turquía, Pakistán, Líbano e Irak; otra con fuerte impronta comunista (China y Vietnam del Norte), y una tercera estrictamente neutral, representada entre otros por Afganistán, Birmania, Egipto, India, Indonesia y Siria.
En las discusiones sobresalió el liderazgo de hombres como Nehru y Nkrumah, y se aprobó una "condena del colonialismo en todas sus manifestaciones" y el "no alineamiento" en relación a los dos bloques dominantes, como una especie de colchón protector de la paz y la convivencia entre las naciones. Aunque la Conferencia de Bandung no se tradujo en la creación de alguna organización permanente, sirvió para demostrar que un nuevo actor había irrumpido en el escenario mundial. Eran, según Léopold Sédar Senghor, "los pueblos de color, los pobres del mundo”, los que por primera vez hicieron sentir su voz. Se trató, en definitiva, de "la toma de conciencia por los pueblos de color de su eminente dignidad" y "la muerte del complejo de inferioridad”.
Los contactos entre los líderes de los países subdesarrollados, enfrentados cada vez más a la Guerra Fría, prosiguieron con un encuentro del egipcio Nasser, el indio Nehru y el yugoslavo Josip Broz "Tito" al año siguiente. Allí confirmaron la voluntad del Tercer Mundo de no inmiscuirse en las contiendas entre los dos bloques y avanzaron en la formulación de los principios de no alineamiento y coexistencia pacífica. Este profundo anhelo de paz, imprescindible para resolver los problemas internos que golpeaban a las ex-colonias, culminó en 1961 con la Organización de Países No-Alineados. Su objetivo era participar activamente en la política internacional, levantando la bandera de los Derechos Humanos y la dignidad de los pueblos.

—                       La organización del Tercer Mundo en torno a los temas económicos
Una de las expresiones más claras de la nueva conciencia de los pueblos del Tercer Mundo en torno a los problemas económicos que los aquejaban, fue la aprobación en 1962 de la convocatoria a una Conferencia sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) por parte de 77 países, a pesar del voto en contra de las economías industrializadas. Tanto la conferencia como el grupo de los 77 se hicieron permanentes. El primero, aunque conserva su nombre, agrupa a más de 130 países y la UNCTAD se ha convertido en órgano permanente de las Naciones Unidas. En la primera conferencia llevada a cabo en 1964, se planteó la necesidad de establecer un nuevo orden económico internacional, basado en la nueva relación entre los países desarrollados y subdesarrollados que favorezca el desarrollo económico de los países más pobres. Aunque el objetivo de esta conferencia no se logró, la organización del grupo de los 77 y las sucesivas conferencias de la UNCTAD, han contribuido a la discusión de temas económicos y a la generación de relaciones de cooperación entre los países del Tercer Mundo y de los países desarrollados hacia estos.

                 —  Un caso de integración: el mundo árabe
Los países de lengua árabe constituyen un claro ejemplo de las posibilidades que tiene el Tercer Mundo para salvaguardar su identidad y reforzar los vínculos recíprocos. En 1945, Egipto, Irak, Líbano, Arabia Saudita, Siria, Jordania y Yemen decidieron un irse para coordinar sus políticas y promover sus comunes intereses. Así surgió la denominada Liga Árabe con sede en El Cairo, capital egipcia. Entre sus primeros objetivos se contaba el logro de la independencia de todas las naciones árabes que permanecían en una situación colonial y la negativa a que se estableciera el Estado de Israel.
Con los años, y en la medida en que se fueron integrando otros países (Argelia, Libia, Omán, Marruecos, Sudán, Túnez y los Emiratos Árabes Unidos), se crearon dos consejos: uno conjunto de defensa y otro económico. En estas instancias, donde los países miembros de la Liga debaten sobre los temas de interés común y promueven programas de cooperación en las esferas cultural, social y económica.
De hecho, aprobaron una Carta de Acción Económica Conjunta, cuyo espíritu apunta hacia la integración económica del mundo árabe. Se han impulsado, además, campañas de alfabetización y de conservación del patrimonio cultural de los pueblos de lengua árabe.
Reforzando aún más la cooperación dentro del mundo árabe, y particularmente entre los musulmanes, en 1971 se unieron 51 Estados para conformar la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), con sede en Arabia Saudita.

2.3 David contra Goliat
Después de la Segunda Guerra Mundial, la alta demanda del petróleo en el mercado mundial confirió a sus mayores productores un poderío que utilizarían para mejorar la posición de sus países en los intercambios internacionales.
En 1960, y como contrapeso a las grandes compañías refinadoras de petróleo extranjeras, como la Royal-Dutch Shell o la Standard Oil, 12 Estados (Argelia, Gabón, Indonesia, Irán, Irak, Kuwait, Libia, Nigeria, Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Venezuela) formaron la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que se ocuparía de coordinar las políticas relativas al petróleo elaboradas por sus miembros y de controlar el precio del crudo. Entre 1973 y 1974, por ejemplo, la OPEP decidió elevar el costo del petróleo en casi un 400% para presionar a los aliados de Israel, desatándose una violenta crisis económica internacional que golpeó especialmente al mundo capitalista.
El alza en los precios del petróleo aumentó los costos de la calefacción y de la producción de muchos bienes que requieren de esta materia prima para su fabricación, como por ejemplo, los fertilizantes químicos, los productos plásticos y farmacéuticos o las fibras sintéticas. Como no todas las empresas podían producir con los precios más altos, hubo múltiples quiebras y se acentuó el problema del desempleo. Desde entonces, se probó también que la unión de los países del Tercer Mundo podía torcer la mano a los Estados más ricos.
Hoy resulta imprescindible, reconocer al Tercer mundo en todas sus dimensiones, acercándose a sus costumbres y tradiciones culturales. Ya no basta con estudiar su evolución política o sus problemas económicos y sociales -como el hambre y el SIDA-, sino que urge penetrar en sus sabidurías ancestrales, para que, de frente al siglo XXI, reforcemos el diálogo entre todas las civilizaciones para encarar los desafíos comunes a toda la humanidad.

Fuente “Ciencias Sociales” educación media IV. Lucía Valencia, Daniel Palma, Ulises Cárcamo, Enrique Azúa. Edit. Santillana, 2002.

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