MATERIALES Y APUNTES
La extrema derecha vive un ascenso persistente en Rumania. Las recientes elecciones presidenciales evidenciaron el crecimiento de la Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR).
Con un discurso ecologista telúrico y una postura en favor del regreso a los valores cristianos, esta fuerza política sostiene posiciones que la distinguen de muchas otras organizaciones de la extrema derecha europea.
Los partidos populistas de extrema derecha europeos han surgido gracias a oleadas
de sentimiento antiinmigratorio, euroescepticismo y proteccionismo económico.
Actualmente, constituyen el segundo grupo más grande del Parlamento Europeo,
dividido en tres facciones: Identidad y Democracia, Conservadores y
Reformistas Europeos y un tercer grupo formado por partidos no alineados.
El
principal partido de extrema derecha de Rumania, la Alianza para la Unión de
los Rumanos (AUR), pertenece a la tercera categoría, la de los «no alineados».
Fundado en 2019, reúne a conservadores religiosos, nacionalistas acérrimos,
negacionistas del covid-19 y antivacunas, todos unidos en la denuncia de la
llamada «dictadura de la elite».
Sus partidarios son predominantemente varones
jóvenes, urbanos y en situaciones económicas precarias, principalmente de la
zona este del país y de la diáspora rumana en Europa.
En las elecciones
europeas de 2024, AUR quedó en segundo lugar, detrás de la coalición amplia
formada por socialdemócratas y liberales.
Algunos pronosticaban que su líder,
George Simion, un ex-activista ambiental y agitador nacionalista, podría
llegar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales rumanas de este
año. Rumania como democracia semiperiférica
El ascenso de la AUR constituye
fundamentalmente una respuesta a varias presiones sociales, económicas y
ecológicas claves que caracterizaron a la Rumania poscomunista.
Tras la caída
del comunismo en 1989, había grandes expectativas de que el país se alineara
gradualmente con las democracias seculares y capitalistas occidentales.
Sin
embargo, con la reorganización del sistema mundial, Rumania se convirtió en un
actor semiperiférico y semiautónomo en el orden capitalista global.
A pesar de
la instauración de un sistema político basado en el pluralismo y el
multipartidismo y en la consagración de derechos liberales básicos, la promesa
democrática de una «prosperidad compartida» no se materializó.
La desigualdad
estructural, la pobreza y la corrupción sistémica alimentaron la polarización
política y la emigración masiva.
Junto con las bajas tasas de natalidad, la
emigración ha provocado un grave descenso de la población: al menos 5,7
millones de rumanos viven y trabajan actualmente en el extranjero, lo que ha
tenido un impacto perjudicial en la economía y el tejido social.
En respuesta,
la mayoría de los rumanos se han desencantado con las elites políticas y el
atractivo de la integración a la Unión Europea ha disminuido con el tiempo.
La
ortodoxia nacionalista proporciona un mínimo de consuelo frente a la
desigualdad rampante y la ansiedad social. Rumania también ha sido testigo de
varias olas de movilización sociopolítica, incluso por parte de partidos
populistas de extrema derecha como el Partido de la Gran Rumania y el Partido
de la Unidad Nacional Rumana.
Estos partidos dependían excesivamente de
líderes carismáticos y gradualmente se debilitaron, lo que dejó el campo libre
a la AUR. Anticolonialismo y ortodoxia
La bibliografía existente sobre el
populismo de extrema derecha tiende a centrarse en los casos de Europa
occidental y central.
Presenta a los populistas de extrema derecha como
centrados en la idea de un «pueblo» puro y homogéneo amenazado por elites
liberales corruptas y por la inmigración masiva del Sur global.
Los
investigadores también sostienen que los populistas de extrema derecha
europeos utilizan el cristianismo de manera instrumental, como cultura o
herencia, con efectos secularizadores.
Además, se cree que los partidos de
extrema derecha europeos utilizan la ecología de manera estratégica, para
abordar presiones externas o atraer a los votantes jóvenes. En un artículo
reciente, sostenemos que la AUR se distancia en parte de este modelo y
cuestiona la suposición de que la mayoría de los partidos de Europa del Este
están imitando los modelos occidentales.
En primer lugar, Rumania es un país
de emigración y la AUR centra su discurso en la crítica de lo que considera
una conversión del país en una «colonia» que proporciona recursos humanos y
naturales baratos a Europa occidental.
Mientras que muchos partidos europeos
de extrema derecha adoptan una perspectiva de «ecofronteras», invocando tropos
neomaltusianos y la «teoría del gran reemplazo» para oponerse a la migración
desde el Sur global, la AUR aborda la «ansiedad demográfica» de los rumanos
mediante la defensa de políticas familiares, repatriación de la diáspora y
reincorporación de la República de Moldavia [en su mayor parte
rumanoparlante].
El partido también promueve el natalismo basado en un retorno
al estilo de vida cristiano, «natural» de la familia heterosexual.
Este
lenguaje «anticolonial» se refleja en la denuncia de la AUR de la explotación
capitalista extranjera y el daño ambiental en la periferia de Europa.
Da voz a
una sensación ampliamente compartida de que las fuerzas corporativas globales,
en connivencia con los especuladores nacionales, se aprovecharon de los
recursos de Rumania después de la caída del comunismo, convirtiendo el país en
un «lugar que no importa».
Al describir a Rumania como una «colonia», la AUR
también critica su condición de miembro de segunda categoría de la Unión
Europea, reactivando los resentimientos geopolíticos existentes sobre la
marginalidad económica y cultural del país en Europa.
Este discurso «perdura»
porque está históricamente arraigado en experiencias y tradiciones locales del
pensamiento nacionalista antiimperialista que se remontan al siglo XIX.
Vale
la pena señalar que después de 1989, tanto los políticos e intelectuales de
izquierda como los de derecha utilizaron este lenguaje para condenar los
costos sociales y ambientales de la liberalización salvaje.
La AUR también
cuestiona la naturaleza «laicista» del populismo de extrema derecha.
Cree que
el cristianismo ortodoxo es esencial para la salvación personal y nacional
como fundamento teológico, transpolítico y fundamental de toda política,
incluida la medioambiental.
El principal enemigo de la AUR no es el islam, lo
que la distingue de otros partidos occidentales de extrema derecha, que abogan
por el laicismo, utilizan hipócritamente el feminismo y apelan al pinkwashing
para demonizar a las poblaciones musulmanas.
El principal adversario de la AUR
es el laicismo, al que ve como una imposición colonial y «neomarxista».
En su
visión antisecular, la religión es vista como una fuente clave de normatividad
para la existencia terrenal, que abarca las relaciones de género, la
sexualidad, la familia y la ecología. Por tanto, el partido aboga por una
«contrarrevolución» o una «revolución conservadora» destinada a restaurar los
principios cristiano-ortodoxos.
Ecologismo de extrema derecha La AUR tiene una
postura peculiar respecto de la ecología.
Debido al compromiso de larga data
de su líder, George Simion, con el medio ambiente, la ecología es un tema
primordial para el partido.
Desde su fundación, la imagen de decadencia
nacional que motiva al partido se ha enmarcado en términos ambientales, y se
ha presentado una «revolución sustentable» como central para la «revolución
conservadora».
La perspectiva ecológica de la AUR tiene una base teológica, ya
que los intereses de la nación divinamente ordenada tienen primacía: se
considera que la nación es capaz de una gran virtud y un florecimiento
sustentable en el territorio que Dios le dio. Los temas anticoloniales
orientan el ecologismo de la AUR.
Condenan la explotación abusiva de los
recursos naturales de Rumania por parte de capitalistas depredadores
extranjeros, adoptan una posición de nacionalismo duro en defensa de los
recursos propios y promueven la soberanía alimentaria.
La AUR celebra al
«auténtico campesino rumano», construido como modelo de «lo natural» y como
expresión de una «gestión sostenible».
El enfoque en la protección de los
bosques –un símbolo clave de la resistencia antiimperial y la identidad
nacional– reproduce inadvertidamente una imagen exotizante de la periferia del
continente, es decir, la «frontera salvaje» de Europa del Este.
Las
contradicciones de AUR
El discurso de la AUR presenta varias contradicciones.
En primer lugar, existe una tensión entre su compromiso con la sostenibilidad
y la defensa de los intereses económicos del país, lo que lleva a una posición
oportunista respecto de las normas ecológicas de la Unión Europea.
En segundo
lugar, mientras critica la explotación capitalista depredadora posterior a
1989 y las desigualdades ambientales y económicas que generó, la AUR propone
un extractivismo capitalista con «c» minúscula de los recursos naturales del
país por parte de empresarios rumanos.
En tercer lugar, la AUR sigue dividida
entre la protección del bienestar terrenal de la nación y un «optimismo
escatológico» cristiano, que trivializa las preocupaciones ambientales
terrenales.